
El eminente climatólogo Hermann Tertsch, diputado europeo por Vox, ha publicado un post negando el cambio climático, apoyado en los cambios en los colores de dos mapas de la Península, con un texto que decía: «La infame estafa de los colores. El inmenso negocio de engaño y desinformación climática. La industria del miedo».
El primero de los mapas era del 2017, con los colores más claros, y el segundo del 2022, en tonos más rojizos, lo que le reforzaba su negacionismo. En poco tiempo, las redes le aclararon que uno de los mapas mencionaba avisos de Aemet por altas temperaturas y otro era de temperaturas máximas previstas, «son cosas distintas» le explicaban; el hombre no se había enterado de nada.
Hace unos días encontré un fragmento de un programa de televisión en el que la también climatóloga Esperanza Aguirre negaba el cambio climático con vehemencia y decía que por eso le llamaban ahora calentamiento global. Para mi sorpresa, conectaron con el ecólogo del CSIC Fernando Valladares, quien, con la templanza que le caracteriza, le sacudió con argumentos hasta dejarla fuera de combate.
El científico le explicó los récords de valores climáticos que se habían batido en el último año, el incremento de muertes por calor, etcétera, hasta que la política sufrió una especie de síncope no térmico y optó por callarse. Si quieren un pronóstico, no creo que doña Esperanza vuelva a aparecer hablando de ciencia.
Cuando los responsables políticos restan importancia a la prevención o al impacto del cambio climático, se genera una brecha peligrosa entre la evidencia científica y las políticas públicas, porque la desinformación sobre las cuestiones climáticas reduce la percepción del riesgo y dificulta la adopción de medidas eficaces.
Es por eso por lo que los medios deberían ser más cuidadosos a la hora de abordar los temas científicos y no tratarlos como cuestiones de opinión. Dicho de otro modo, no creo que Hermann Tertsch ni Esperanza Aguirre tengan nada que decir en un debate sobre la cirugía de tórax o el uso de las arqueas como antimicrobianos.
Los fenómenos extremos, consecuencia del calentamiento global, serán cada vez más frecuentes y también los políticos en activo deben tomarse la cuestión más en serio. Privatizar los medios de prevención y lucha contra estos riesgos es una insensatez, y poner al frente de cuestiones tan importantes para los ciudadanos a incompetentes es un delito.
Peter Burke, profesor emérito de Cambridge, señala que lo verdaderamente peligroso es la ignorancia activa, o sea, la resistencia a ciertas ideas y hallazgos científicos; no querer saber, apasionadamente. No solo es ignorancia, es la banalización del saber.