Galicia sufre con los fuegos, pero no arde entera

José Luis Vilanova PRESIDENTE DE LA FEDERACIÓN DE EMPRESARIOS DE AROUSA Y DE LA COMISIÓN DE COMERCIO Y TURISMO DE LA CÁMARA DE COMERCIO DE PONTEVEDRA, VIGO Y VILAGARCÍA DE AROUSA

OPINIÓN

ADRIÁN BAÚLDE

20 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Los incendios que estos días golpean con dureza a varias comarcas gallegas nos conmueven a todos. La solidaridad con las familias afectadas y con quienes luchan en primera línea es absoluta. Esta tragedia, que se repite cada verano, nos entristece y nos une como comunidad.

Pero esa solidaridad no debería confundirse con un mensaje que, si no se matiza, acaba dañando también a otros sectores que nada tienen que ver con la tragedia. Galicia es amplia y diversa. Mientras algunas zonas sufren directamente los fuegos, en otras —como las Rías Baixas, a varias horas de distancia— no existe ningún riesgo ni alteración de la vida diaria. Sin embargo, la imagen de una «Galicia ardiendo» se proyecta en los medios y en la percepción de quienes nos visitan. El resultado es un efecto llamada que provoca anulaciones en pleno agosto, justo en el mes en que la mayoría de alojamientos concentran su actividad anual.

A ello se suma otra dificultad: la falta de alternativas cuando se interrumpe el transporte ferroviario. Es lógico priorizar la seguridad, pero no lo es tanto que a los viajeros se les deje sin soluciones, cuando podrían arbitrarse refuerzos que eviten que centenares de reservas se pierdan de un día para otro. Lo contrario supone penalizar doblemente a un sector ya frágil, que en muchos casos vive de apenas unas semanas de alta ocupación.

El turismo no es enemigo de la solidaridad; al contrario, puede ser un aliado de la recuperación. Para ello hace falta rigor en la información, previsión logística y, sobre todo, prioridades claras en la inversión pública. No tiene sentido seguir destinando recursos a infraestructuras prescindibles —sean albergues, centros recreativos o incluso campos de golf— mientras carecemos de una estructura estable y permanente de prevención y cuidado de nuestros montes. Esa es la verdadera inversión que Galicia necesita para no repetir cada verano esta lacra que devora nuestro paisaje, nuestra economía y, lo más doloroso, nuestras vidas.

Solidaridad, sí. Pero también responsabilidad. Con los afectados, con quienes nos visitan y con el futuro de una tierra que merece dejar de vivir cada agosto bajo la amenaza del fuego.