
Es corriente escuchar que en agosto cierran los juzgados. Es incorrecto. Agosto, salvo en contadas materias, es un mes inhábil en el que apenas llegan resoluciones a los despachos de los profesionales del derecho. Pero nadie se encontrará un juzgado con el cartel en la puerta de «Cerrado por vacaciones». Están funcionando, con menos personal, pero funcionando. Otra cosa es que en el mes de verano por excelencia no se produzcan situaciones que requieran asesoramiento por parte de un abogado que en ocasiones acaban en septiembre tramitándose judicialmente. Agosto, mes de conflictos por excelencia. Entre cónyuges, padres e hijos, vecinos de escaleras, de garaje, etcétera. Es decir, de todos aquellos que se ven más frecuentemente que el resto del año. Casi es imposible discutir con el de la plaza de al lado del párking en enero. Los usuarios de las plazas en cuestión ni se ven al entrar ni al salir. Lo mismo con la pareja, el hijo o el vecino. En invierno todo se hace con extrema rapidez y uno ni tiempo tiene para broncas. De haberlas, eso ya sería vicio. En verano, por el contrario, llevamos una vida más sosegada. Hay tiempo para todo. Incluso para incordiarles la vida a tus más allegados o cercanos. Somos humanos, la especie más inteligente y más tocanarices.