
El recuento de los días transcurridos lejos del domicilio habitual, el espejismo de las jornadas vividas disfrutando de unas vacaciones que siempre resultan idílicas, los sustos imprevistos de la tarjeta de crédito, elaboran un relato de la sucesión de aperitivos, de cenas con amigos, de despedidas dilatadas, que establecen desencantos y depresiones livianas a la hora del regreso.
No me voy a referir a la rentrée como un titular clásico que siempre llegaba a la vuelta de agosto, como los anuncios televisivos de fascículos, ni a las amenazas reiteradas de un otoño caliente que constituían un serio aldabonazo para la lectura política, cuando esta era previsible y estaba alejada de amnistías y deudas condonadas a la banda catalana de los siete votos.
Voy a contar en grandes líneas cómo transcurrió el verano en el que volvió a arder Galicia y buena parte de España, provocando un escándalo de discrepancias entre los dos grandes partidos que no somos capaces de entender el común de los ciudadanos.
Y llegó el final del verano, como en aquel viejo tema del Dúo Dinámico que aseguraba que «tu partirás», y provocó la gran estampida de septiembre, dejando playas y chiringuitos en esa orfandad ritual que precede a los otoños.
Un filme del director Mulligan, interpretado por Rock Hudson y Gina Lollobrigida, nos contaba desde su lectura edulcorada que cuando llegue septiembre todo sería maravilloso. Yo no digo que no sea cierto, aunque fui uno de los miles de residentes en Madrid que abandonó la ciudad huyendo de la ola de calor, refugiándose en su pueblo, que es un autentico oasis en el norte más al norte, que este año estuvo petado, y la hostelería, siempre insatisfecha, hizo su agosto, con almuerzos en cantidades mermadas y manteles de papel que no correspondían a la calidad del servicio exigida.
Con algún brote de turismofobia se fueron pasando los días en la costa, y el cambio climático nos obsequió con un sol sostenido que se diluía en inolvidables noches.
Encabezan este balance apresurado a la hora de un caótico recuento las matanzas infames del genocidio de Gaza y la guerra desigual de Ucrania, que ratifican que la maldad de los humanos sigue prevaleciendo cuando llega septiembre.
La lluvia se asomó tímidamente sobre las cenizas de los concellos de Ourense, vino tarde, cuando ya no se esperaba.
En el verano gallego cabemos todos. Dejamos para otro momento las tesis que hay que asumir para ordenar el turismo, antes de hacer parciales balances apresurados. De urgencia