Quiroga: Memorias de un recluso

Alberto González-Garcés INVESTIGADOR

OPINIÓN

ANGEL MANSO

19 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

un buen amigo me hizo llegar un ejemplar de Memorias de un recluso: Domingo Quiroga Ríos. Es un reciente libro de Luís Lamela que se basa en narraciones de don Domingo Quiroga, escritas en formato de cartas, sobre los años que pasó recluido en la prisión provincial de A Coruña.

Domingo Quiroga Ríos, nacido en A Coruña en el año 1900, fue periodista desde muy joven. En su etapa más conocida fue un prestigioso funcionario de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, por sus siglas en inglés) especializado en asuntos de pesca marítima. Primero trabajó en Roma y posteriormente en Ecuador. Antes, desde 1932, ya publicaba sus artículos en La Voz de Galicia y continuó haciéndolo toda su vida. Además publicó artículos en diversos periódicos y revistas especializadas, entre ellas Industrias Pesqueras, y varios libros sobre la pesca y sus problemas. Tal era su prestigio que en 1973 le fue concedido el Premio Fernández Latorre. En 1974 fue uno de los cofundadores de Adega (Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galicia), siendo su primer presidente.

Esta parte de su vida es bastante bien conocida por las personas que de una manera u otra nos hemos dedicado a los asuntos marítimos y pesqueros y por los lectores de La Voz de Galicia de la época. Falleció en 1991. Pero hay una etapa de su vida que no es tan conocida: su persecución en el verano de 1936 por ser republicano y masón y su encarcelamiento en la prisión de A Coruña, donde permaneció hasta diciembre de 1941.

En la prisión fue escribiendo como pudo, en forma de cartas, sus memorias, a las que puso el título de Un masón en la hoguera. Su hijo, Héctor Quiroga Lorenzo, hizo llegar el manuscrito al historiador Luis Lamela, quien le dio forma y publicó el excelente, pero espeluznante, libro mencionado anteriormente. Reconozco que al leerlo, aunque está escrito con una asombrosa sobriedad y respeto, temblé y se me removió el cuerpo por dentro. El libro nos habla de juicios sumarísimos, vejaciones, enfermedades, hambre, malos tratos físicos y psicológicos, fusilamientos... El espantoso eufemismo de «tiene usted que cambiar de celda» que se le decía a los que habían sido condenados a muerte, ya en la tarde siguiente a la mañana de su juicio sumarísimo, y que solía ser preludio de la más temprana o tardía llegada nocturna de automóviles que trasladaban al o a los condenados a Punta Herminia; y ya desde ese momento, todos los reclusos de la prisión provincial «temían escuchar en aquella próxima alba las descargas cerradas de fusilería y, luego, los golpes secos de los tiros de gracia». Duro, muy duro libro, al haber sido relatado en forma de cartas por uno de los reclusos que vivió esos tiempos. Él los sobrevivió, otros muchos no. El libro da nombres, apellidos y edad de muchos de ellos.

Me quedo con recuerdo del cariñoso, inteligentísimo y afable don Domingo Quiroga, a quien que conocí personalmente y traté desde primeros de los años setenta. No me olvido de sus interesantísimos escritos sobre pesca, pero ahora tampoco podré olvidar sus memorias.