La coordinación, en entredicho

p. seoane OURENSE / LA VOZ

OURENSE

La justicia revisa el proceder de emergencias en un siniestro del 2011, en el que un motorista murió sin que fuese encontrado en más de tres horas

16 ene 2015 . Actualizado a las 05:05 h.

Entre la descoordinación, el desasosiego, la impotencia e incluso las dudas sobre la posibilidad de una falsa alarma, se movió el 12 de octubre del 2011 la búsqueda del cuerpo de un motorista accidentado. A pesar de que la propia víctima alertó por teléfono móvil de lo ocurrido, desorientado y sin concretar el lugar concreto del siniestro, las tres horas de espera condujeron a un dramático final. La familia asocia la muerte de Ovidio Montero Veloso, que tenía 27 años al ocurrir el suceso, con un mal servicio de emergencias, del que es responsable la Xunta. En la primera sesión de la vista celebrada ayer en el Juzgado de lo contencioso-administrativo 1 de Ourense, los testigos dejaron ver falta de coordinación efectiva entre los medios de Urxencias Sanitarias 061, Protección Civil, el Grupo municipal de intervención rápida (Grumir) de Ribadavia, la Guardia Civil de la capital de O Ribeiro y los efectivos del Subsector de Tráfico de este mismo cuerpo. La clave, de acuerdo con las preguntas del juez a los testigos, está en determinar si el 112 debería haber dispuesto un operativo especial, pues, como quedó en evidencia, no había un mando único. Cada uniformado atendía a sus propias indicaciones.

Los agentes de la Guardia Civil de Tráfico reciben instrucciones a través de su central operativa (COTA). Los efectivos de la Guardia Civil hacen lo propio por medio de su Central Operativa de Servicios (COS). Los grupos de emerxencias supramunicipal (GES) como el de O Ribeiro (heredero de lo que entonces se llamaban Grumir) al igual que ocurre con los voluntarios de Protección Civil, reciben las indicaciones desde el 112, respondiendo de sus actos antes los respectivos alcaldes o concejales responsables. Y aunque los efectivos de Protección Civil y los grumir conceden a la Guardia Civil un papel superior, como ayer reconoció el responsable del GES de O Ribeiro, coordinación formal y mando único no hubo ni en este ni otros casos. Comparten la información, pero sobre el terreno no hay una cabeza que dirija el operativo.

Fue, según el coincidente testimonio de uno de los guardias que participó en la búsqueda, el agente que redactó el atestado de Tráfico y el jefe del Grumir, algo excepcional. Nunca han vivido un episodio semejante.

Había ocurrido el suceso sobre las 18.45 horas del 12 de octubre del 2011. El fallecido circulaba en su moto, adquirida dos meses antes, por la carretera que une la N-120 con el lugar de Sadurnín, en Cenlle. Se salió de la calzada en un tramo recto y por su margen derecha. Sin otros indicios, aclaró el redactor del atestado de la Guardia Civil de Tráfico, «todo apunta a una distracción o algo similar». Chocó contra un árbol. «Es una zona muy despejada. Miras y lo ves», declaró una testigo de la búsqueda. Ni ella ni los servicios de emergencias, ni otro testigo, pariente del fallecido. Este, tras ser alertado del accidente, consiguió hablar con el herido, pero sin ubicar el lugar del siniestro.

Los efectivos de la Guardia Civil y el grumir de Ribadavia, con el herido caído en otro lugar, buscaron durante cerca de una hora en la margen izquierda del Miño, en el entorno del embalse de Castrelo. Descartada la posibilidad del suceso en esa zona, se trasladó la búsqueda al otro lado del río, contando con la posibilidad de que pudiera haberse desplazado hasta una granja situada en el municipio de Cenlle. En este punto, lamentó el mismo testigo que se hubiesen concentrado todos los esfuerzos en una de las tres posibles vías de acceso a la granja de destino.

«Descoordinación, creo que no, pero perdimos mucho tiempo en buscar por una información inicial que no fue buena», lamentó uno de los guardias del puesto de Ribadavia que había participado aquel día en el operativo.

El malogrado motorista estuvo caído a menos de cuatro metros del borde de la calzada, en una zona despejada y sin maleza, con un desnivel de algo más de dos metros. El responsable del grumir de Ribadavia admitió ayer que había pasado por allí, pero que no llegó a verlo. No había huellas en la calzada ni restos indicativos. Fue descubierto más de tres horas después desde una ambulancia. Nada se pudo hacer por su vida.