«Aunque diluviase y no se pudiera celebrar, la Istoria ya era un éxito»

x. m. r. OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Ramón Leiro

Alfonso Moreno fue el director de la escuela taller de Ribadavia que recuperó la fiesta

22 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«La implicación colectiva y el apoyo vecinal fue el mayor logro de la iniciativa»

«Teníamos el valor añadido de que Meruéndano y Samuel Eiján ya citaban la fiesta»

La escuela taller San Andrés de Ribadavia fue todo un revulsivo para la capital de O Ribeiro y un proyecto singular que se convirtió en modelo para experiencias posteriores desarrolladas por toda la comunidad. Fue pionera en Galicia y para elaborar la propuesta y poner en marcha la iniciativa fueron necesarias muchas horas de trabajo, esfuerzo, arduas y complicadas negociaciones -entre ellas, y de forma fundamental ya que sin la misma no habría proyecto, el acuerdo con la iglesia para la cesión de la rectoral de Santo André de Camporredondo- en Madrid, Compostela y Ourense. Al frente de la misma estuvo como director Alfonso Moreno Mora (Madrid, 1955) en la primera etapa de funcionamiento. Luego, como por desgracia suele acontecer en más casos de los que sería recomendable, la moción de censura que provocó el cambio de alcalde en el Concello trajo consigo un seísmo que hizo lo propio en la dirección de la escuela.

Junto a muchas otras intervenciones que se realizaron por la villa, dos fueron las iniciativas que han tenido mayor proyección en el tiempo: la rehabilitación de la rectoral para convertirla en sede del Museo do Viño de Galicia -tras años de espera se abrió al público en julio- y la recuperación de la Festa da Istoria. Alfonso Moreno recuerda la experiencia con luces y sombras -a las que no quiere dar carta de naturaleza- y destaca la importancia del proyecto: «Había estado en la primera escuela taller que se creó en Galicia, fue en Santiago y estaba vinculada con el Museo do Pobo Galego, y trabajando en el museo de Ribadavia, además de estar en relación con el mismo y el de Ourense. Y fue cuando creamos el proyecto para hacer la escuela taller de Ribadavia». Recuerda los objetivos de aquellas iniciativas y la importancia para la capital de O Ribeiro «ya que el fin era preparar a jóvenes en los oficios artesanos, y la restauración, y allí el paro entre la población juvenil era muy importante, no recuerdo ahora con exactitud pero estaba cerca del 30 % en aquellos momentos».

Uno de los aspectos que se primó en la San Andrés -junto a los módulos de cantería, carpintería, forja y medio ambiente- fue la animación sociocultural y la puesta en marcha de propuestas e iniciativas para dinamizar la villa. En esa tormenta de ideas que se generaba entre el alumnado, o con el paso de profesionales del sector como Benito Losada y otros, surgió la posibilidad de crear una fiesta para dinamizar Ribadavia e implicar a los vecinos. Se plantearon diferentes opciones y varias voces llamaron la atención sobre una manifestación festiva singular que se había perdido con el tiempo.

De la guardería a los jubilados

«Teníamos el valor añadido de las fuentes documentales -porque Meruéndano ya citaba la fiesta en su libro

Los judíos de Ribadavia

(1915) y el padre Samuel Eiján recogía el dato en

Historia de Ribadavia y sus alrededores

(1920)- y todo el mundo se implicó y se puso a trabajar con una ilusión y una identificación total», recuerda Alfonso Moreno. Y la Istoria se convirtió en el nexo de unión de toda una comunidad ciudadana, que se volcó de forma masiva para recuperar su antigua fiesta.

 

Moreno Mora recuerda los meses previos a aquel 2 de septiembre de 1989 -en el que se celebró la primera edición de la nueva etapa de la Festa da Istoria- como una comunión vecinal con un propósito colectivo. «Lo que nos interesaba era el proceso creativo. Se hizo un programa en la escuela que servía de práctica para la dinamización sociocultural y para la recuperación del casco antiguo: se realizaron proyecciones de cine medieval, exposiciones y otras propuestas. Y luego, para poner en valor el trabajo de los diferentes módulos, se pensó en realizar una fiesta medieval. Aquí es preciso matizar que en aquel momento no había nada, es decir, no se celebraba ninguna fiesta medieval en Galicia».

La idea estaba clara y el objetivo era aprovechar los recursos existentes. Y así empezaron a casar las piezas: «Se creó un grupo de baile, luego había un chico que trabajaba en un banco que montó una obra de teatro con la gente del pueblo, conseguimos máquinas de coser -que le prestó el Inem al Hogar del Pensionista- y las señoras se pusieron a hacer vestidos, coincidió que había un curso de diseño de moda y le propusimos que lo hiciesen de moda medieval, y luego el desfile. Todo se hizo con participación, hasta las banderitas del desfile las hicieron en una guardería con papel de periódico... y luego se hicieron cursos que nos sirvieron, como los de estandartes o de pintura en tela». Alfonso Moreno reitera en todo momento una idea: la singularidad y el valor del proyecto es que fue un trabajo colectivo. Es más, tiene clara una cosa: «Aunque diluviase y no se pudiera realizar la fiesta aquel día, la Istoria ya era un éxito porque consiguió unir e implicar a todo un pueblo en un objetivo común».

Los daños colaterales de la política acabaron por desvincularlo de la escuela taller y, aunque ya tenía ultimada la segunda edición, la celebración de la Istoria de 1990 ya no contó con Alfonso Moreno como director de la San Andrés. Treinta años después la tradición de origen judío, interrumpida en 1868 y recuperada en 1989, es el paradigma de las fiestas medievales en Galicia.