No pueden hacerse planes a largo plazo. Y quizás por eso se quedó sin paso inicial mi último viaje. Hace años, sin planearlo apenas, nos subimos a un avión en Oporto, alquilamos un Clío en Milán y recorrimos buena parte de Italia, según la indicación de aquel TomTom pegado con ventosa al parabrisas. Llegamos a Florencia, ciudad que puedes patear durante días y, aún así, te dejarás algo pendiente.
Aprovechamos los días cerca del Ponte Vecchio y nos alimentamos de pie en All’antico Vinaio, una de las tascas más antiguas del barrio medieval. También tomamos un helado en Vívoli, antes de ver la tumba de Miguel Ángel, justo al día siguiente de contemplar en la Academia su majestuoso David. Incluso le dedicamos toda una jornada a esa pinacoteca tan impresionante que es la Galería Uffizi, ante obras de arte como El nacimiento de Venus, La madonna del jilguero, Tondo Doni, La Anunciación o La Venus de Urbino.
Te das cuenta que hay gente buena en lo suyo, que persigue la excelencia. Y más cerca también sé de alguno que se sale del molde, el caso de Iván Salgado, gran maestro y viajero él, que lleva sus deportivas obras de arte por el mundo, en este caso hasta la república de Georgia, con la selección española de ajedrez. Y si nos vamos al combinado nacional de fútbol sala femenino, los técnicos siempre miran a Ourense, donde Vanessa Sotelo, jugadora del Alcorcón, es insustituible. En la próxima cita la acompañarán dos verinenses como Ana Rivera (Poio) y Jéssica Diéguez Chiky (Envialia), esta última en un merecido debut. Alguno me dirá que el deporte no es arte. De la cancha a la Galería Uffizi. ¿Por qué no?