«Es imposible encontrar personal para trabajar en hostelería en Ourense»

María Doallo Freire
María Doallo OURENSE

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Daniel Martínez posa en su rincón, el restaurante La Abadía de Ourense
Daniel Martínez posa en su rincón, el restaurante La Abadía de Ourense Santi M. Amil

Tras casi treinta años al frente, el hostelero ourensano Daniel Martínez traspasa el restaurante La Abadía y se retira para descansar

17 sep 2023 . Actualizado a las 13:33 h.

Daniel Martínez (Ourense, 1960) es el pequeño de cinco hermanos y su historia comienza en el rural de la provincia. «Nací y me crie en Rioseco (Calvos de Randín). Mi padre tenía ganado y de niño le ayudaba en el campo», recuerda. Su primer trabajo como tal fue de albañil, con solo 15 años. Después decidió irse a Suiza para trabajar en hostelería. «Me fui con 18 años y volví definitivamente a los 26», dice. En ese tiempo pasaron muchas cosas en su vida. En lo profesional, se formó como camarero y jefe de sala. En lo personal, se casó con el amor de su vida, Benita Valencia, y tuvieron a su primera hija, Noelia. «Nos vinimos porque no queríamos que la niña creciese en Suiza, así que nos mudamos a Ourense ciudad», afirma. Estando ya aquí nació su segunda hija, Ari, y empezó su andadura en el mundo de la hostelería local.

«Uno de los jefes que tuve como albañil compró la Parrillada Don Pablo, me propuso que le alquilase el local y dije que sí», cuenta Daniel. Así empezó su trayectoria como hostelero en Ourense. Termina ahora, casi cuatro décadas después. «Al principio no fue fácil. Tuvimos que adaptarnos», admite. Poco a poco todo fue mejorando. «Era la época en que el equipo de baloncesto local, por aquel entonces Caixa Orense, jugaba en el pabellón de Os Remedios y entonces tanto jugadores como aficionados se hicieron clientes nuestros», recuerda. Su primer restaurante conquistó a los empleados de Coca-Cola. «Repartidores y camioneros estaban siempre en nuestras mesas. Era muy graciosa ver nuestra entrada llena de furgonetas de la marca», añade Daniel.

De allí pasó a poner en marcha el proyecto que se ha convertido en su segundo nombre y en su segunda casa, porque a este ourensano todo el mundo le conoce como Dani Abadía. Desde que abrió el local en la calle Valle Inclán el 22 de octubre de 1994 son muchos los cambios que ha experimentado su negocio hasta ahora, que acaba de traspasarlo. «Nació como una cervecería alemana porque esa era la ilusión de mi socio, que luego dejó el proyecto», cuenta Daniel. Lo suyo fue una apuesta arriesgada que salió bien, por las cervezas del centro de Europa y por la comida alemana. «Teníamos codillo asado y chucrut. En aquel momento habría otras dos cervecerías en Ourense así que era una locura la cantidad de cerveza que vendíamos. Todo el mundo quería probar las importadas», rememora. Cuando empezaron a venderlas en los grandes supermercados decidieron cambiar el concepto. «En solo dos años compré el local de al lado y ampliamos para ser un restaurante», explica. Entonces empezó a parecerse más a la versión de La Abadía que conocemos hoy. Comida casera, menú del día y el reto de atender bien a todo el mundo. «Cuantos más mejor. Nunca he sido capaz de decirle que no a nadie», dice. Fuese la hora que fuese, Daniel entraba en la cocina y sacaba algo de comer.

El bacalao a la portuguesa es el emblema de la casa, aunque también destacan sus pizzas, su lasaña y su cordon bleu. «Aposté por hacer buen producto gallego y cocinarlo de forma muy limpia, sin apenas especias o florituras, porque si no disfrazas la comida», dice. No son pocos los que han celebrado cenas de empresa, de Navidad, reencuentros del colegio o cumpleaños familiares en este restaurante ourensano, que fue pionero en instaurar los menús de grupo. Y es que este negocio es para todos los públicos y muy familiar. En él Daniel no ha estado solo, lo acompañaron Benita y sus hijas, Noelia y Ari, que crecieron fuera y dentro de la barra. «Fue duro, pero si volviese atrás, lo volvería a hacer. A mí me encanta la hostelería. Me gusta muchísimo cocinar y estar en contacto con la gente. Lo que pasa es que ahora hay un problema muy grande de personal en Ourense, es imposible encontrar a profesionales que quieran trabajar, y yo ya tuve mis achaques así que no puedo entregarme al 100 % al restaurante», confiesa Daniel, que sufrió una aneurisma cerebral hace quince años. «El médico me recomienda que no me estrese mucho y va siendo hora de hacerle caso», añade. Al no encontrar equipo, ha decidido retirarse, dos años antes de llegar a la edad de jubilación, y traspasar el local, que queda en manos de otro hostelero de la ciudad que ha prometido mantener la esencia de La Abadía intacta. «Mi vida está en este restaurante. He sido muy feliz aquí, donde he pasado casi doce horas a diario», admite. Y asegura que por allí seguiremos viéndole muy a menudo.

Dani, arriba a la derecha, con uno de los equipos de fútbol que surgieron en La Abadía para jugar pachangas
Dani, arriba a la derecha, con uno de los equipos de fútbol que surgieron en La Abadía para jugar pachangas

«No hago distinciones: soy de la UD Ourense, del CF y del Arenteiro»

Al ourensano Daniel Martínez no solo le encanta cocinar, también le pierde el fútbol. «Es una de mis pasiones. Incluso llegamos a tener un equipo para echar pachangas que se gestó en La Abadía», cuenta. Antes era más del baloncesto pero ahora no para con el deporte rey. Lo disfruta jugando, viéndolo por la tele y también yendo al campo. Daniel ya era forofo del Club Deportivo Ourense. «No hago distinciones, soy seguidor de los tres equipos fuertes de la provincia. Voy a ver a la UD Ourense, a los del CF y al Arenteiro. Tengo grandes amigos en este sector porque me encanta, lo siento de corazón. Hay anécdotas de muchísimos jugadores en La Abadía, porque son como de la familia», afirma. Ahora que se terminó lo de trabajar, Daniel quiere dedicarse a cuidar de sus nietos. «Tengo dos y son guapísimos», dice. Y ya van heredando su amor por el fútbol. El resto del tiempo es para estar en la casa del pueblo, en Calvos de Randín, donde tiene su propio huerto.

DNI

Quién es. Daniel Martínez Pérez nació el 24 de enero de 1960 en la pequeña aldea de Rioseco, en Calvos de Randín.

A qué se dedica. Es hostelero desde hace cuatro décadas. Empezó en Suiza, luego alquiló la Parrillada Don Pablo en Ourense y finalmente abrió La Abadía en 1994. A dos años de llegar a la edad de jubilación, se retira y ha traspaso el restaurante.

Su rincón. Se queda con el local en el que más tiempo de su vida ha pasado: La Abadía. «Durante casi treinta años fue mi casa. Tengo muchísimos buenos recuerdos allí y eso es lo que me llevo», afirma.