«Tengo miedo de volver a Ucrania, pero queremos estar con la familia»

Maite Rodríguez Vázquez
maite rodríguez OURENSE / LA VOZ

OURENSE

Zhanna, Antonina y Vladislav, este lunes en el parque de San Lázaro
Zhanna, Antonina y Vladislav, este lunes en el parque de San Lázaro Miguel Villar

Tras año y medio en Ourense, donde nació su hijo, Antonina y su madre regresan

26 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Antonina Bogachuk, su madre Zhanna y el pequeño Vladislav Daniel disfrutan de sus últimas horas en Ourense antes de regresar, este miércoles, a su Ucrania natal. Su país sigue en guerra y cada día, como cuenta Antonina, los ucranianos reciben en sus móviles avisos de lanzamientos de misiles desde Rusia a los que tienen que estar atentos para saber si su ciudad será esta vez el objetivo y tienen que bajar corriendo a los refugios. Su ciudad, Ternópil (227.000 habitantes), en el oeste del país, está algo más tranquila que otras, pero no se puede decir que la situación esté bien, aclara. Después de año y medio en Ourense, donde nació Vladislav —un rubio bebé de 14 meses— regresan a Ucrania para reunirse con su familia. Allí está el padre del niño, que, como todos los hombres, tuvo que quedarse en el país.

—¿Le da miedo volver a Ucrania, Antonina?

—Sí. Depende de qué parte del país, pero nunca está tranquilo. No puede estarlo porque hay guerra. Cuando digo todo bien en mi ciudad, me refiero a que mejor que en el Donbás. Al menos la gente vive y queremos estar con la familia.

Vuelven a Ucrania, sin poder volar directamente a su país porque el espacio aéreo está cerrado por peligro de drones o misiles. «Por ejemplo, anoche había un ataque en Odesa y fue horrible. Otra noche, Kiev, otra Dnipró, otra Nikolaiev, Zaporiya. Nunca sabes dónde. Rusia dice que ataca solo infraestructuras, pero no es verdad porque hay muchos edificios destruidos», explica la joven. Así que los tres viajarán vía Polonia y luego las recogen en coche, especifica.

Antonina Bogachuk, estando embarazada, antes de venir a Ourense ya tuvo que ir alguna noche al refugio. Sabe que se volverá a encontrar situaciones así. Cada noche se informa por teléfono y por internet. «No duermo, estoy leyendo y estoy nerviosa. Por ejemplo ponen mensajes: misiles de Rusia hacia Odesa u otra ciudad o incluso a toda Ucrania porque pueden cambiar la dirección. En mi ciudad también hay sirenas, aunque hay menos peligro que en otras zonas. Para mí fue difícil, despertar en medio de la noche, no quería bajar, quería dormir. La gente se cansa y no quiere bajar, por eso a veces hay muertos después de los ataques, resume.

Durante este tiempo en Ourense, Antonina se afanó en aprender español y ya se maneja con bastante soltura. Su madre, Zhanna, entiende, pero no lo habla. Tuvo a su pequeño aquí y consiguió trabajo como monitora de fitness en un gimnasio, el mismo trabajo que realizaba en Ucrania.

La ayuda de particulares

Emocionada con la partida y, como siempre a su lado desde que llegaron, está Marina Joga, la ourensana que ha sido, junto con su marido, su apoyo, amparo y sustento. Crearon un vínculo con las tres mujeres (la abuela —que ya se fue— madre e hija) a las que acogieron durante un mes en su propia casa y apadrinaron al pequeño Vladislav. «Marina y Juan me ayudaron a encontrar un muy buen trabajo. Llevo seis meses trabajando y estoy muy contenta», sonríe. Se van a Ucrania, pero esperan volver a visitar a los padrinos del niño en un futuro. «Aquí ya tenemos una familia», ratifica Antonina.

Con la comunidad ucraniana de Ourense ha tenido contacto durante estos meses. «Para la gente de Ucrania no es fácil vivir aquí. Yo tenía mucha suerte de contar con Marina y Juan porque si estuviera sola, sería imposible. Ellos me ayudaron con todo. Para otra gente, que no tenía a nadie, era muy difícil, porque no saben el idioma y no tienen trabajo. Muchos se volvieron, por diferentes motivos: hay personas que tienen padres mayores en Ucrania, otros que no tienen dinero ni trabajo aquí porque no saben el idioma», explica Antonina. El castellano es difícil de aprender para los ucranianos. «Para mí fue más fácil, aunque a veces me cuesta entender porque hablan distinto y rápido, algunas palabras me cuestan», añade sobre este aspecto.

Acceder a ayudas públicas le resultó difícil, por eso la colaboración de la pareja ourensana que los acogió fue fundamental, reitera. Fueron personas particulares quienes ayudaron a Antonina y su familia en el inicio. Después, este apoyo se ha canalizado a través de la asociación Avante que, según incide Marina Joga, estuvo apoyando a otra familia ucraniana —una madre con dos hijos que ahora ya está independizada— y sigue ayudando a una mujer de 69 años de ese país. Joga señala que no solo lo hacen con ucranianos, sino con personas de otros países a los que primero ayudan a cubrir sus necesidades básicas y luego a independizarse económicamente.

En Celanova solo quedan dos miembros de una familia

Muchos refugiados ucranianos se fueron ya de Ourense. En Celanova recalaron, desde mediados del 2022, 16 personas de cinco familias ucranianas. Ya solo queda una familia de dos miembros. «Las demás regresaron a Ternópil, Jarcov, Kiev y Mycolaiv, la última hace diez días», explica Amadino Pereira, otro de los benefactores ourensanos que ayudó a ucranianas que buscaron refugio en el exterior poco después de la invasión de su país.

La guerra sigue, pero tras el éxodo masivo de los primeros meses, el número de peticiones de protección internacional por parte de ciudadanos ucranianos ha caído drásticamente. De hecho, en la lista de países que solicitan esta protección en España, Ucrania figura en el puesto 47, con solo 59 peticiones de refugio entre enero y agosto de este año.

En la provincia de Ourense, este año se han presentado 964 solicitudes de protección.