Tiene agorafobia y quiere ser psicóloga infantil: «Había días en los que no era capaz de llegar a la ducha»
OURENSE
La ourensana Paula Andrea Feijoó sufre inseguridad en lugares públicos y trastorno límite de la personalidad
18 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Paula Andrea Feijoó Cabrera es una ourensana de 26 años que destaca por su talento natural para la creación y el arte. Pero es también una persona con una amplísima capacidad de superación. Para Paula salir de casa es prácticamente una tortura. Tiene agorafobia, trastorno de pánico y trastorno límite de la personalidad. Tres enfermedades mentales que sufre desde que tenía 14 años. «Me costó mucho acabar los estudios porque cada poco tenía una recaída que me dejaba anulada y recluida en casa durante un período de tiempo. Cuando conseguía estabilizarme, retomaba las clases», explica. «El querer aprender, hacer algo, mantenerme activa y valerme por mí misma era lo que me ayudaba a seguir», añade. Concienzuda y luchadora, Paula se sacó el bachillerato cuando le tocaba. Después empezó Psicología en la UNED. «A mí lo que me apasiona es ayudar a los demás y hacerles sentir bien, por eso escogí esta formación», dice.
La pandemia fue muy dura para Paula, que desarrolló un trastorno depresivo mayor. «Cuando salir a la calle te supone un problema y de la noche a la mañana te obligan a quedarte encerrado en casa, es un aliciente para que directamente no te muevas», explica. «Me vi sumida en la miseria. Solo dormía y lloraba», recuerda. Llegó a adelgazar diez kilos, pero tampoco entonces los fantasmas pudieron con ella. Aprovechó el encierro para sacarse el curso online de técnico higiénico sanitario, una formación específica para desarrollarse profesionalmente cumpliendo con todos las medidas de seguridad y sanidad en los sectores del pirsin, tatuaje y micropigmentación. «Quería seguir aprendiendo porque esa es mi manera de tratar de superar mi malestar. Me gustan muchísimas disciplinas, abarcar cosas diferentes y me cuesta renegar de esa naturaleza cambiante», afirma.
Ese afán fue el que la llevó a zambullirse en el mundo del pirsin. Lo hizo tras la pandemia, cuando conoció a un tatuador que acabaría convirtiéndose en su pareja durante los siguientes años. «Todo lo que me llama la atención o me conmueve me lleva a profundizar en ello. Mi ex es una persona maravillosa que me ayudó en absolutamente todo, porque cuando me conoció yo venía de una reclusión extrema. De hecho volví a salir gracias a una terapia de exposición muy paulatina que consistía en atreverme a llegar cada día un poquito más lejos. Primero bajaba al portal, luego iba hasta la farola de enfrente y así de forma sucesiva», advierte Paula, que hoy en día tiene reconocido un 43 % de discapacidad y el grado uno de dependencia.
Habla con honestidad y sin miedo de sus problemas de salud mental porque cree que su caso puede ayudar a otros a no sentir que son los únicos en esa situación. «Entre las personas con los trastornos que yo padezco hay un elevado índice de suicidios y, de hecho, conozco a muchas personas que sufrían y decidieron acabar así su camino. Tratar y dar visibilidad a lo que nos pasa es imprescindible», dice.
Gracias a su novio tatuador, Paula se formó como anilladora, profesional de los pírsines. Hasta hace poco trabajaba en el estudio ourensano 988, en la calle Samuel Eiján, pero ahora está lista para empezar otros proyectos por su cuenta. Actualmente le interesa el mundo de la joyería. «Mi plan es seguir estudiando. Estoy haciendo Educación Infantil y quiero acabarla. Luego a ver qué me depara el futuro», dice. Aún así no sabe estar quieta. «Hacer pírsines es un trabajo que me gusta muchísimo y me llena un montón, que me ha enseñado que se puede hacer feliz a la gente solo emitiendo un pequeño cambio en su vida como es un agujero o una dilatación. Este trabajo fue una grandísima motivación para mí, una fuente de inspiración y de ganas de luchar por salir a la calle, pero mi sueño es poder dedicarme a la psicología infantil y prevenir así que otros pasen por lo que he pasado yo», confiesa.
Hoy Paula es capaz de salir de casa con muchísimo esfuerzo. «La agorafobia es el miedo a estar en algún lugar en el que se dificulte el recibir ayuda en el caso de que ocurra una emergencia o cualquier problema médico. A veces no se trata de un espacio, si no de estar con las personas correctas que consideramos que pueden ayudarnos», explica. Consigue vencer este problema gracias al apoyo de su familia y de la terapia que realiza de forma constante. Para conseguirlo lleva puestos sus tapones de cancelación del ruido. «Había días en los que no era capaz de llegar a la ducha», recuerda. «La forma en la que te exige el mundo que vivas, en el colegio, en el trabajo, en la sociedad en general, está pensada para una persona totalmente funcional, pero algunos tenemos otros tiempos y es importante adaptarse a esto», reclama. La agorafobia hace que Paula no pueda ir a la universidad presencialmente. «No me dan alternativas para realizar las evaluciones ni los exámenes sin ir a las aulas y creo que que lo hagan es fundamental para mi futuro», termina. Aún así esta joven ourensana no se detiene.