Xulio Conde, director técnico del CC Maceda: «El ciclismo significó mucho para Maceda, le dio nombre y renombre»

OURENSE

El hijo predilecto de la villa destaca la vocación lúdica de su club
16 jun 2025 . Actualizado a las 06:00 h.Xulio Xosé Conde Blanco (Maceda, 1969) es quien corta el bacalao en el Club Ciclista Maceda. Y eso no quiere decir que manda y ordena. Lidera con personalidad y con el talento de implicar a quienes integran una familia, un grupo volcado en que los más pequeños practiquen un deporte y se aficionen a hábitos de vida saludable. Su respeto al presidente Cesáreo Borrajo es incuestionable y también la pasión con la que pasea el nombre de su pueblo por todo el país —incluso fuera de nuestras fronteras—, a través de las pedaladas de esos chicos de verde, blanco y negro.
—¿Cómo se acercó al mundo del deporte?
—Mis primeros contactos con el deporte fueron con el fútbol, en el Maceda, en categorías inferiores. Estuve hasta los 17 años, cuando pasé al mundo de la bicicleta. Mis inicios fueron en la carretera, hasta que me desplacé hasta A Coruña, por mis estudios, porque allí hice más triatlón y, cuando regresé de nuevo a Ourense, me inicié en el mundo de la bicicleta de montaña. El BTT empezaba a nivel de España Uno de los eventos que me marcó fue la Copa del Mundo que se disputó en la Casa de Campo de Madrid. Aquella estructura, que si bien no tiene que ver con la de hoy, sí reunía a ciclistas de distintos países. Participamos en unas clasificatorias y ya vivimos aquel ambiente.
—Y más tarde conoció a José Antonio Hermida.
—Realmente lo conocí cuando él era cadete y dos años después se proclamó campeón del mundo júnior. Un día que salí a correr a pie y se unió, así que fuimos hablando. Me contó que participaba en BTT en Cataluña. Ya siendo campeón mundial, quedábamos cuando venía y coincidimos en alguna carrera. En el 2004, a raíz de aquella relación, cuando logró la medalla en Atenas, yo seguía con el tema de montar una escuela y se lo propuse, como un guiño del pueblo del que era originaria su familia. A él le gustó, porque en su casa no le habían propuesto nada parecido. Cuando vino con la medalla, para la presentación de la escuela, tuvimos una gran repercusión mediática, por parte de periódicos y hasta televisión. Un metal olímpico tiene mucho tirón.
—¿Había una inquietud por el ciclismo en los niños del pueblo?
—El Club Ciclista Maceda se fundó en 1969 y siempre estuvo vinculado a la carretera. Yo me movía en ese mundo del BTT y nos propusimos crear la escuela. La verdad es que no había muchos niños interesados en el ciclismo. Nacimos de cero y recuerdo que uno de los primeros en reclutar fue Pablo Rodríguez. Pasaba por delante de mi casa en bici. Mi hija en esos momentos tenía unos siete años y me gustaba que practicara con la bicicleta. Fue el aliciente para crear una escuela de ciclismo, estar vinculado en esto y poder ir en bici con mi hija, además de otros niños. Una dinámica bonita, sin más en aquel momento. Era un tema totalmente lúdico.
—¿Y cuál es su perspectiva después de dos décadas de trabajo de la escuela?
—Poder hacer cosas en Maceda es tremendo. Al final, el club lleva en grande las letras del pueblo. Aunque la escuela fuera José Antonio Hermida, cuando vas por ahí te llaman los de Maceda. Llevamos publicidad de firmas con mucho calado, pero el nombre de Maceda es muy potente. Organizar aquí un Campeoanto de España era impensable hace unos pocos años, al igual que la salida de una etapa de la Vuelta Ciclista a España. Que salga una etapa de O Gran Camiño, con gente como Vingegaard nadie lo podía imaginar. Es pasar casi de la nada a vivirlo todo. Tienes instalaciones, circuitos y has estado presente en todas esas competiciones de altísimo nivel. Todo vinculado además a que había un club y una escuela que todos consideraban que funcionaba bien y te daban ese premio. El ciclismo significó mucho para Maceda, le dio mucho nombre y mucho renombre.
«Nuestros campeones siempre han sido chavales que sumaron»
El estilo Maceda es más un estilo de vida que el reglamento de un club deportivo. Xulio Conde creía fervientemente en un modelo que lleva funcionando desde que se dejaron ver en la escena ciclista gallega, allá por el 2005.
—Arracaron animando a Hermida en Vilaboa y compitiendo con unos 15 niños.
—Durante los primeros años viajamos a las carreras en autobús. Venían los padres y los hijos y era una fiesta. Si íbamos a la zona de costa, nos quedábamos en la playa, si íbamos a otra nos apuntábamos a comer en cualquier sitio. Era una dinámica de diversión. Los padres eran y son muy partícipes de todo lo que pasa en la escuela de Maceda. O eso es lo que siempre se ha pretendido, no queríamos ser una guardería a la que trajeran los niños y adiós. Si hay que montar carpas están los padres, si hay que viajar están los padres, si hay que organizar algo también están.
—¿Y esa competitividad que siempre han mostrado también?
—Yo diría que la competitividad, más que un lado malo, tiene un lado vicioso. En la vida todo es competitividad. Compites por una plaza, por un puesto de trabajo, por unas notas, por todo. Está ahí fuera, no puedes rehuirla. Hay que educar con ella, pero en saber llevarla bien. Que haya un chaval que destaque más que los otros puede ser contraproducente y traer un efecto negativo. Pero el talante de los que destacaron aquí siempre hizo que fueran bien queridos por el resto. El primero que destacó fue Pablo Rodríguez y es un buenazo. Recuerdo que el primer mundial en el que estuvo fue en Tabor (República Checa). Pues hasta allá nos fuimos 25 ó 30 personas de Maceda. Casi todos eran padres y niños que estaban en la escuela. No iba a competir el Maceda. Iba Pablo con la selección española de ciclocrós, pero estábamos allí para animarlo y eso ya marcaba lo que éramos. Quisimos estar con él y era bonito, porque veías que la gente identificaba el éxito de uno de los nuestros como suyo. Y a esa gente el viaje le costaba pasta, que no era barato, y lo vivieron todos como una experiencia propia. Nuestros campeones siempre han sido chavales que sumaron. Personas que disputaron pruebas a nivel mundial y ganando o estando en podios, se pueden dejar llevar por un halo de superioridad. Pero estos que lo vivieron y lo consiguieron desde dentro del club, nunca esbozaron eso y sí un gran respecto a sus compañeros.
«Ver entrar a un chaval pequeño y acompañarlo hasta la cúspide es una pasada»
Son veinte años en los que ese amateurismo del club y la escuela macedana contrasta con grandes éxitos deportivos. Ya no solo con los niños de la comarca, sino también con otros llegados de distintos puntos de la provincia.
—Estará satisfecho por el nivel que han alcanzado algunos deportistas del club.
—Totalmente, estuvieron aquí hasta categoría de juvenil y dieron el salto de ahí en adelante, cuando se supone que nosotros terminábamos ese trabajo de formación. Ahora vuelan solos, pero vuelan a dónde tienen que volar. Te pones a valorar y ciclistas profesionales en Galicia hacía años que no los había a este nivel y vinculados a nosotros, lo hicieron Pablo Rodríguez en BTT, Iván Feijoo en ciclocrós e incluso Carlos Canal, que llegó al más alto nivel del profesionalismo en carretera, cuando nosotros ni somos un club de esa especialidad. Y ahora viene Alejandro García, que va a ser un referente de la bicicleta de montaña a nivel español y mundial. Y eso después de mantener la dinámica de un club que lleva todos estos años trabajando como una formación familiar.
—¿Y cómo se lleva a nivel personal el aplauso de sus vecinos a esa labor?
—Me quedé en estado de shock. Fue sorpresa total. Cuando te quieren dar un reconocimiento lo puedes ver venir, pero en este caso me pilló a contrapié totalmente. Una vez pasado, sí te das cuenta de lo que es. De todo lo que te puede suceder, que tus vecinos te nombren hijo predilecto es lo más importante. El resto ya lo conseguiste, éxitos a nivel mundial a través de nuestros ciclistas, de nuestro entorno. Lo viviste y lo disfrutaste. Pero llegar a casa y tener ese homenaje te supone mucho más. Hasta una carga moral. Espero que no tenga muchas obligaciones.