
La baloncestista ourensana acumula dos metales continentales sub-18 y el reciente bronce en el mundial sub-19 con pleno en el quinteto inicial
23 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.El verano está resultando vertiginoso para Inés Sotelo Míguez (Ourense, 2006), quien apenas tenía tiempo para deshacer su maleta, buscarle sitio a la medalla de bronce que se traía del mundial sub-19 de baloncesto en Chequia y llenar otra valija con rumbo a Tenerife, donde preparará con la selección española sub-20 el próximo desafío europeo en Matosinhos (Portugal).
La sonrisa no se borra de la cara de Inés en su casa ourensana, al recordar: «Fue una de las experiencias más chulas que he vivido hasta ahora con la selección. Lo veía factible desde el principio, porque todas las jugadoras estábamos en la misma página. Sabíamos que no éramos mejores que nadie, pero en la cancha nadie iba a ser mejor que nosotras».
El bronce intercontinental se une a las medallas que conquistó en los europeos del 2023 (tercera) y el 2024 (segunda). Aún no sabe si formará parte en agosto de la selección que participará en la cita lusa, pero Isaac Fernández la incluyó en la prelista de quince, junto a Marta Alsina y Shaila Nde, que también vienen de Brno. «Tengo muchas ganas de reunirme con ellas y ayudarlas en la preparación. Vaya o no vaya a Portugal, estaré a su lado y confiando en que España llegará a lo más alto», matizó la pívot que fue titular en todos los partidos de la batalla universal, a las órdenes de Rubén Burgos, el arquitecto de los éxitos recientes del Valencia Basket: «Fue maravilloso trabajar con él. Siempre tiene la palabra exacta para explicarte lo que quiere en la cancha y, tanto él como David Muñoz —su ayudante—, nos ayudaron mucho a lo largo de todo el campeonato».
La medallista vive el deporte con educación y valores competitivos. No en vano es hija de dos atletas olímpicos como Marta Míguez y Julián Sotelo. Su hermana mayor Lucía va a por su tercer año en el equipo de la Universidad de Virginia Commonwealth y el pequeño Martín ya debutó —aún cómo júnior— en el COB de la Primera FEB. Su mentalidad es evidentemente colectiva: «En esta selección ha prevalecido siempre la palabra equipo, al pie de la letra. En mi caso fui titular todos los días y era algo que no me esperaba, pero sabía que daría el máximo, jugara veinte minutos o solo uno».
En cuanto al transcurso de la competición en la República Checa, Inés admitía que la forma de afrontar los partidos fue siempre la misma: «Los primeros los ganamos de modo bastante autoritario, pero sabíamos que debíamos emplearnos con todo en defensa y ser conscientes de que cada uno iba a ser complicado». El nivel del combinado nacional parecía suficiente para llegar a los cruces por las medallas y allí esperaba el gran favorito. Ganarle a las norteamericanas era un sueño, pero también una opción real: «Siempre confiamos en nuestro potencial y el partido lo afrontamos con la máxima ambición, a por todas, lo mismo estuviera en frente Estados Unidos o Fuengirola. Después de jugarla, creo que lo hicimos bastante bien, todas estuvimos a un gran nivel, pero está claro que ellas son muy buenas».
La lucha por el bronce fue otro ejercicio de convicción: «Fue el partido más ajustado y, aunque se nos fueron en un momento, no nos dejamos nada. Era medalla o medalla y pudimos llevarnos una victoria que nos dejó una gran satisfacción y de la que disfrutaremos mucho tiempo».
Un éxito en el que también la acompañaron las espartanas de Michigan State, que la esperan para su segunda experiencia en el baloncesto universitario, al otro lado del Atlántico: «Repetiré otro año más, me tratan muy bien y estuvieron pendientes de cada jornada, mandándome mensajes de ánimo». Antes de ese vuelo, falta deshojar la margarita del europeo, si será convocada, primero, y si contribuye a traerse otra medalla con aroma español a sus relucientes vitrinas.