
Otro novio de la acusada que visitó la casa se fue por la presión de los agentes
24 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.A Cristina R. V., la vecina de Cortegada que esta semana confesó haber matado a un hombre al que había conocido por Internet, ya la tenían los investigadores en su punto de mira desde hacía semanas. A finales de agosto los Mossos d’ Esquadra se habían puesto en contacto la Guardia Civil de Ourense para comunicar la desaparición de José María R. Z., un vecino de Castelldefels de 53 años del que nada se había sabido desde dos o tres días antes. Su madre informó de que había viajado hasta una aldea de la provincia para conocer a una mujer, por lo que se pidió a los investigadores gallegos colaboración. Lo primero fue analizar las ubicaciones del móvil del desaparecido. Había estado activo en Cortegada desde el 20 de agosto, fecha en la que el hombre había volado desde Barcelona hasta Peinador —con un billete solo de ida—, pero la señal se perdía el día 24 en las inmediaciones de la casa de Cristina, en O Rabiño.
A finales de septiembre, con estos datos sobre la mesa, los investigadores del equipo de Policía Judicial del instituto armado visitaron la casa de la mujer. Le preguntaron por José María y ella admitió que había estado allí, pero les contó que «no se habían entendido» y que él había decidido marcharse. Esta última parte chirriaba, ya que no se constató que el hombre hubiese comprado otro billete de avión o de cualquier otro transporte, y era evidente que no había vuelto a su casa, así que a mediados de ese mes, y con la colaboración de efectivos de Protección Civil de Cortegada, se hizo una batida por los montes de la zona, tratando de localizarlo. No se obtuvo resultado, pero los agentes empezaban a tener cada vez más claro que la última mujer que había visto con vida al desaparecido sabía más de lo que contaba y comenzaron a acudir a su vivienda con frecuencia. Hablaban con ella y le preguntaban por el caso, y aunque nunca aportó pista alguna, la presión policial se intensificó. Coches patrulla eran vistos por los vecinos casi a diario en la aldea e incluso cuentan los lugareños que esas visitas ahuyentaron a otro novio que visitó la casa de Cristina unos días, después del verano. Quizás al saber de la desaparición de José María, prefirió poner tierra de por medio.
A principios de este mes de diciembre se repitió la batida, pero esta vez los agentes contaban el apoyo de los perros del servicio cinológico, que husmearon en la parte exterior de la casa de la sospechosa. Uno de ellos se puso muy nervioso al oler una alfombra que estaba a las puertas de la vivienda, pero no eran animales expertos en el rastreo de restos biológicos, como los que sí han acudido a la zona en esta semana, por lo que no se pudo precisar qué había allí. Eso sí, la reacción del animal debió poner nerviosa a la presunta homicida, que en los días posteriores volvió de nuevo a recibir la visita de los profesionales de la Benemérita.
Intentaban que se viniera abajo y contara qué había pasado, y finalmente lo lograron, aunque de una forma inesperada. Este lunes, sintiéndose acorralada, la joven de 26 años se presentó en la consulta del médico de cabecera, en Cortegada. El facultativo quedó desconcertado cuando escuchó cómo su paciente le contaba que se había encontrado a un novio, muerto meses atrás, y que había quemado y enterrado su cadáver, y la derivó a la unidad de psiquiatría del CHUO. La presión de los agentes había dado resultado, tanto que la chica admitió el miércoles, de forma espontánea durante un registro en su propiedad, que había matado al hombre tras confesarle él que se había enamorado. Lo durmió con pastillas y luego lo asfixió con la almohada, según relató. Gracias a su información, se han podido localizar ya varios restos humanos, algunos enterrados y otros metidos en bolsas de plástico.
La jueza de Ribadavia envía a prisión a la sospechosa y se localiza un móvil y una tarjeta sanitaria en catalán
Tras haber colaborado con las autoridades, la sospechosa del crimen de Cortegada cambió ayer su estrategia. Lejos de ratificar en sede judicial lo que veinticuatro horas antes había relatado ante la comisión judicial que registraba su propiedad, Cristina R. V. se acogió a su derecho a no declarar en el juzgado de instrucción 1 Ribadavia, pero esta postura no evitó que acabara la mañana ingresando en la prisión provincial de Pereiro de Aguiar. En torno a las dos de la tarde, la magistrada Gloria María Corral acordó enviar a la sospechosa a la cárcel, haciendo suya la petición que había efectuado poco antes la fiscala Rosa Tallón. La representante del ministerio público consideraba necesario privar de libertad a la sospechosa por ver evidencias de riesgo de fuga y en aras de que no tuviera ocasión de destruir pruebas del caso. Estos argumentos, sumados a la aparición de restos humanos y objetos personales del fallecido en zonas que fueron marcadas por la propia sospechosa, han sido motivos bastantes para autorizar la medida de prisión provisional, comunicada y sin fianza. Se le investiga, de momento, por un delito de homicidio.
Y mientras la sospechosa permanecía en los calabozos del juzgado ribadaviense, los integrantes del GEAS de la Guardia Civil encontraban nuevas pruebas que podrían ser utilizadas en su contra. Así, Cristina había informado el día anterior que había tirado a un embalse, el de Frieira, algunas pertenencias de la víctima, en concreto su teléfono móvil y unos auriculares, por lo que ese mismo miércoles se pidió el apoyo de los buzos para comprobar si esto podría ser verdad. Debido a las escasas horas de luz que tienen estos días de diciembre, la búsqueda se organizó para el jueves, y en torno a las doce del mediodía ya se lograban resultados. Así, los agentes pudieron recuperar de las aguas un teléfono móvil y una tarjeta sanitaria de Cataluña. Debido al tiempo transcurrido, los datos personales del documento sanitario eran ilegibles, por lo que se enviará a los laboratorios de criminalística para concretar si, como se cree, era del fallecido. En cuanto al móvil, su marca no coincide con la del que se atribuía a José María, si bien esto no descarta que fuera de él ya que podría haberlo cambiado antes del viaje.
A medida que avanza el caso se conocen además más detalles de la víctima, que tenía una discapacidad por sus graves problemas de visión en un ojo, así como un déficit de audición. Estaba divorciado, e intercambió los primeros mensajes de WhatsApp con la acusada el 10 de agosto.