Aldara Machado, una chica trans: «Para mí una mujer no se clasifica según lo que tenga entre las piernas. Es mucho más, son valores, educación...»

María Doallo Freire
María Doallo OURENSE

O CARBALLIÑO

La ourensana Aldara do Sameiro
La ourensana Aldara do Sameiro MIGUEL VILLAR

Esta ourensana tuvo claro que no era Bruno, identidad con la que nació, desde muy niña: «Estoy orgullosa de haberme hecho a mí misma»

03 dic 2022 . Actualizado a las 16:36 h.

Antes de ser Aldara do Sameiro Machado Araújo (O Carballiño, 2000) fue Bruno. Dice que tardó años en decidir cuál quería que fuese su nombre. Sofía o Marta fueron algunas de las opciones que barajó. «Al final opté por Aldara porque me llamó la atención lo que significa: anciana guerrera y sabia», explica. Do Sameiro se lo puso en honor a su madre, que nació en Mozambique, vivió en Brasil y terminó en Ourense. «Tengo cuatro hermanos y ninguno tenía ese nombre así que decidí llevarlo yo», comenta. Es una chica de O Carballiño alta, rubia y de enormes ojos claros. Aldara es directa, honesta, atrevida y valiente. Y, además de todo eso, es una chica trans.

Cuando habla de su infancia, se recuerda como un niño y habla de sí misma en masculino. «Es una parte de mí y nunca va a desaparecer de mi vida», manifiesta. Nos vamos a hace unos dieciocho años atrás, cuando todavía era Bruno, cuando comenzó su transición. «Se me veía a leguas. Era un niño superfemenino y no lo escondí nunca. Recuerdo que llegaba del cole, me subía al desván y me ponía a desfilar vestido con la ropa y con los tacones de mi madre. Ese era mi lugar seguro, allí podía ser yo, en general, en todo el entorno de mi casa», rememora. Aldara explica que nunca tuvo un referente trans cerca, de ahí que en un principio sintiese tantas dudas. «Mi hermano Rafa ya había salido del armario y eso no sé si me ayudaba o no, porque me suscitaba más indecisión, lo mío iba más allá», explica.

Esta ourensana siguió creciendo hasta que con quince años quiso dar un paso más. «Un día me llamó la atención salir de fiesta vestida de mujer y lo hice. Claro, era mucho más drag queen que mujer, pero aún tardaría un tiempo en comprender que no me hacía falta exagerar la feminidad para tenerla. Mi madre se quedó preocupadísima por si me pasaba algo. Por suerte no ocurrió y lo cierto es que la experiencia me encantó. Me sentí libre», admite. Eso marcó un antes y un después. Al día siguiente de aquella noche Bruno llegó a casa y presentó a Aldara do Sameiro, la mujer que había estado escondida en su interior desde hacía quince años. Le explicó a su familia lo que pasaba y les dijo que quería ir al psicólogo. «Justo nos íbamos a mudar a Allariz así que era un momento perfecto para empezar de cero. Estaba deseando dar el paso. A mi familia la historia les chocó, evidentemente. Ponían el pretexto de que lo que me pasaba eran cambios propios de la edad», afirma. Acudieron a Servicios Sociales en Allariz y desde el primer día a Aldara la atendió la sexóloga Uxía Cordeiro. «Es maravillosa y creo que contar con alguien así desde el principio fue crucial en todo el proceso. De hecho a día de hoy, que vivo en Santiago de Compostela, todavía me trata ella en Allariz», afirma. Con Cordeiro se inició todo. Ella fue quien indicó a Aldara los primeros pasos a dar. A partir de ahí llegaron las citas con los médicos, endocrinos, psicólogos del Sergas... «Todo el trámite de mi cambio lo he hecho sola por decisión propia. Creo que esto es algo al margen de mi familia y amigos, es mi lucha y me corresponde a mí lidiarla», relata. Por eso empezó a trabajar con 16, en hostelería, para costear lo que hiciese falta.

Pandemia y hormonas

«Hasta los 19 años tuve muchísimas dudas sobre si hormonarme o no», afirma Aldara. Cuenta que incluso estuvo un par de años viviendo en lo que ella llama «doble identidad». «En lo social era Aldara y en lo laboral -es camarera en Santiago- era Bruno. Hasta que un día le dije a mi jefe actual que no podía más, que quería ser yo misma, y la verdad es que me apoyó», admite. Entonces llegó la pandemia y el confinamiento la obligó a pararse y pensar. Decidió que era el momento de empezar a hormonarse. «Comencé el 25 de abril y fue la mejor decisión, pero también tengo que decir que me alegro de no haberlo hecho a los 16. Igual que me alegro de todos los errores que cometí porque a día de hoy soy consciente de toda la lucha y de toda la madurez que conlleva ser una mujer trans», afirma. Para completar su transición, al nivel que a ella le gustaría, Aldara sabe que tendrá que pasar por quirófano, pero en ese campo también lo tiene muy claro. «No voy a reasignar mi sexo al completo. Para mí una mujer no se clasifica según lo que tenga entre las piernas. Es mucho más, son valores, educación... es otra amplitud que socialmente no la hay, pero que es así», admite. 

Lo que más le sorprende de la nueva ley trans es que permite realizar un cambio de sexo en el Registro Civil sin que sea necesario que la persona disponga, como se exige ahora, de un informe médico o psicológico. «Lo único que no me entra en la cabeza de esta propuesta es que no sea necesaria esa evaluación psicológica porque, de verdad, hay muchas personas que no tienen claro qué sienten, qué les pasa, ni tan siquiera saben quién son, pero no quiere decir que sean trans. Estos profesionales nos ayudan muchísimo a enfocar todo lo que sentimos y todo lo que nos pasa. La transición es un proceso duro, largo y lento y estoy convencida de que en él debemos ir siempre de la mano con nuestros psicólogos», afirma.  

Aldara habla de una lucha que parte de no reconocerse en un cuerpo propio. Pero también hay controversia y dolor que se genera en el entorno. «Yo he tenido suerte. Me considero afortunada sobre todo cuando pienso en otros casos en los que el apoyo ha sido cero, pero bueno, la realidad es que en estos procesos nunca es todo fácil», afirma. En su caso no se habla con su padre. «No tengo relación con él, pero también por otros motivos. Sin embargo, sí me llevo con mi madre y tengo afinidad con mis hermanos. Aunque la verdad es que me considero una persona muy fuerte e independiente», continúa. «A día de hoy puedo decir que estoy muy orgullosa de haberme hecho a mí misma», añade.

Pinitos como actriz

Todo lo que lo tiene claro en lo personal, le cuesta decidirse a Aldara en lo profesional. Aunque lleva trabajando desde los 16 para, entre otras cosas, pagar su independencia y su transición, no ha sido hasta hace apenas unos meses que ha descubierto su verdadera vocación: la interpretación. «La actuación es algo que me gusta porque sé que tengo la capacidad y las herramientas para llevarla a cabo. Para meterte en la piel de alguien tienes que saber involucrar emociones y tienes que conocerlas. Como yo he vivido muchas experiencias, siento que tengo recursos», explica. Tiene cada día más claro que quiere ser actriz y ha hecho ya sus pinitos en este sector. Es una de las protagonistas de Crónica dun recordo, un cortometraje que acaban de rodar en Celanova alumnos de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Vigo. «Fue una experiencia bonita pero estaba nerviosa. Me gustó el personaje porque tuve que involucrar emociones que había vivido y de las cuales he aprendido mucho, pero también las he sufrido. Creo que quedó muy bien», confiesa.

Esta joven ourensana de 22 años es una orgullosa chica trans. «Es un calificativo que implica un proceso y una lucha que he tenido que pasar para llegar a ser lo que quería, lo que soy desde que nací, aunque obviamente sea igual que cualquier otra mujer», explica. Después de todo, ¿preferiría haber nacido directamente como Aldara do Sameiro? «Para nada. Creo que es precisamente ese todo, cada parte de este proceso que solo conocemos los que pasamos por él, lo que nos hace ser quienes somos», termina.