Con estos camareros da gusto ir a los vinos de Ourense

María Doallo Freire
María Doallo OURENSE

OURENSE CIUDAD

Víctor, María, Álex y Rubén son camareros en los vinos de Ourense
Víctor, María, Álex y Rubén son camareros en los vinos de Ourense Miguel Villar

Trabajan en la zona hostelera más concurrida de la ciudad y a pesar del tumulto de gente, atienden rápido, pacientes y con una gran sonrisa

25 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La hostelería de la zona de vinos de Ourense es única. Cada bar tiene su propia especialidad y entre todos componen una propuesta gastronómica completa y diferente. Los locales están salpicados por algunas calles que conforman el corazón del casco. Pero lo más especial que hay en estos lugares son las personas que les dan vida cada día. Profesionales capaces de atender y servir las mesas, a pesar de que estén abarrotadas de gente, con paciencia, cariño y cercanía; y, sobre todo, siempre con una sonrisa. Aquí destacamos una pequeña muestra de esos trabajadores, algunas de las caras más conocidas de la hostelería de la ciudad.«La amabilidad y la sonrisa son parte de nuestro trabajo. Por la ubicación, los camareros de estos bares tenemos una función a mayores de presentar los productos que ofrecemos y es enmarcarlos en la oferta de Ourense. Atendemos a los clientes, indicamos cada vez que nos preguntan por dónde queda la catedral y también recomendamos el mejor lugar para continuar el recorrido de los vinos», explica Rubén Sánchez. Él es una de las caras conocidas de la hostelería de esta zona ourensana. Lleva siete años trabajando en el Frade, un local que se llena cada noche, especialmente las de los fines de semana, y que suma casi treinta años en su ubicación actual, en la rúa dos Fornos. Rubén es la eterna sonrisa de los vinos. Siempre con un plato de tortilla, de salmón marinado o de queso Golpellás en la mano. Siempre dispuesto a recomendar el mejor vino para cada momento. ¿Cómo lo hace? «Supongo que a base de tiempo y de relativizar. También superando muchos berrinches, porque yo salí llorando de aquí muchas veces. Trabajar en los vinos es estresante porque todo el mundo viene a la vez y quiere ser atendido el primero, y, claro, eso no es posible», comenta.

La misma tradición que el Frade tiene en la ciudad el Fuentefría, que va por los 33 años en la calle Viriato. Ahí lleva trabajando el brasileño Alex Bertini desde el 2009. «Los vinos no son fáciles porque la gente viene a lo loco y quieren todo ya. Es un ritmo frenético de trabajo. Hay que ser rápido, tener paciencia y mantener la cabeza muy tranquila al mismo tiempo», apunta Alex. Su truco es tirar de sentido del humor y bromear con los clientes. «No puedes dejar de sonreír ni de mostrarle cercanía al cliente. Eso es fundamental porque las personas somos espejos y provocamos en los demás lo que les transmitimos. Yo siempre intento crear vínculos con ellas. Preguntarles de dónde vienen, qué les apetece y soltarles cualquier broma para que esperen con gusto», apunta. Esa simpatía le va en el carácter. Alex es natural de Río de Janeiro —su acento le delata— y llegó a Ourense poco antes de empezar en el Fuentefría. Otra cosa que destaca de los vinos ourensanos es que todo está hecho al momento. «Por eso tardamos nuestro tiempo en servirlo. La gente tiene que entenderlo, es parte también de nuestro encanto», explica. En su caso lo que más saca son los pinchos de jamón asado y los ahumados del Fuentefría.

«Tiene que gustarte la hostelería para trabajar en los vinos. Es importante tener vocación y formarse constantemente», apunta Víctor Vázquez sobre lo que dice Alex. Él empezó en el Porta da Aira, el emblemático bar de los huevos rotos de Ourense, cuando todavía estaba en la rúa dos Fornos. Estuvo allí tres años y cuando su jefe se jubiló, tras un cuarto de siglo al frente del local, él y otro compañero, Manuel Noguerol, decidieron continuar con el legado. Lo hacen desde el 2020 en un nuevo negocio situado en la calle Viriato. Tiene el mismo nombre y el mismo producto que su sucesor. «En vinos todos nos llevamos bien, no somos competencia. De hecho cuantos más locales haya abiertos, mejor, si no esta zona sería incomprensible. Se basa en que la gente venga y llene todos nuestros bares y eso se consigue con variedad», explica Víctor. «Y con mucha calidad», apunta María de la O Outomuro, la camarera del Orellas desde hace más de veinte años. «En una cafetería de barrio trabajas con los clientes de todos los días, aquí entra gente de todo tipo, vecinos y también turistas que vienen de fuera. Creo que lo más importante es conseguir calarla nada más entrar y ofrecerles la propuesta que les vaya a convencer», continúa el hostelero del Porta da Aira.

María es la energía del bar Orellas. Ella no para ni un segundo desde que entra hasta que sale de trabajar en el simbólico local de los vinos, que lleva en la rúa da Paz desde 1953. Lo normal es pillarla corriendo de la mesa a la ventana de la cocina, donde canta las comandas como antiguamente: con pocas palabras y a grito pelado. «Y soy capaz de vender lo que quiera», admite. Es parte de su encanto. Empezó en la hostelería del casco histórico con 23 y ahora ya tiene esos mismos años trabajados a sus espaldas en el Orellas. ¿Cómo ha conseguido llegar hasta aquí? «Trabajando sin parar. Empecé fregando platos. Cuando llegué no tenía ni idea de hostelería, no sabía ni lo que era servir un vino. Pero tuve muy buenos compañeros que me fueron enseñando y también un jefe, que es el que sigo teniendo hoy, que siempre ha sabido inculcarme formación y también el valor de nuestra gastronomía», admite. A ello se suman sus ganas y la motivación por atender lo mejor que puede a los clientes. En su caso, la ración que mejor conoce es la de oreja cocida y la de embutidos caseros.