Ourense se enfrenta a una nueva ola de incendios

María Doallo Freire
María Doallo OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

La Xunta activó el nivel 2 de alerta por proximidad a viviendas de Boborás y O Carballiño y en Valdeorras, los de Casaio pasaron la noche en vela colaborando como guías de los equipos de extinción

11 ago 2022 . Actualizado a las 10:24 h.

Apenas un mes después de sufrir una de las peores olas de incendios de su historia, la provincia ourensana revivía este miércoles la angustia de aquellas jornadas con varios frentes activos en distintos puntos de su geografía, desde la parte oriental, en Valdeorras, hasta la más occidental en la comarca de O Carballiño, pasando por el macizo central y la Serra de Queixa.

Los primeros en ponerse en alerta fueron los vecinos de Casaio, en Carballeda de Valdeorras, que vivieron con angustia la noche del martes al miércoles. Las llamas, que no llegaron a poner en peligro las casas del pueblo, amenazaron uno de sus bienes patrimoniales más preciados: la ermita de San Xil. De ahí que muchos de los habitantes de esta localidad no lo dudasen y saliesen con lo puesto a defenderla. Entre esa patrulla nocturna improvisada estaba César Real, que aunque regenta el supermercado del pueblo es un gran conocedor de las rutas y caminos de estas montañas gracias a su afición por la caza. «Los equipos de la Xunta o de la UME no conocen este monte, así que unos cuantos vecinos nos ofrecimos voluntarios a guiarlos», dice. También iba Mariano Domínguez, uno de los valdeorreses que trabaja en la restauración de varias construcciones en la aldea de Salcedo, cerca de la ermita. «Actualmente estamos arreglando un refugio de montaña. De repente vimos el fuego y tuvimos que parar», dice. Fue una noche dura. «A ratos se veía todo negro porque el incendio avanzaba con fuerza, pero en otros momentos parecía que lo controlaban», recuerda Real. Se acostó a las cinco de la madrugada.

A mediodía, después de unos minutos de lluvia intensa, lo que se divisaba desde Casaio eran solo restos de humo y una parte de la montaña, que antes era completamente verde, teñida de marrón y rojizo. «Ahora ya no arde, ya no hay llamas, pero queda trabajo para estabilizar y controlar la situación», continúa Real. De eso se encargan todavía los equipos de extinción y los helicópteros que sobrevuelan el lugar del incendio descargando agua.

También fue una noche dura para los que se quedaron en el núcleo de Casaio sin poder dormir, iluminados por las llamas que iban subiendo y bajando la montaña. Entre ellos estaba la malagueña María Antonia Blasco. «Era una enorme luz roja. Daba muchísima pena», cuenta. Ella y su marido optaron este año por pasar quince días alejados de las multitudes y escogieron este lugar de la comarca valdeorresa. «Nos gustan los espacios naturales, en los que no haya aglomeración. Llevamos aquí desde el día 1 y ha sido una experiencia buenísima hasta que pasó esto. Es inevitable enamorarse de este lugar y ahora lo sufrimos igual que los vecinos, que han sido maravillosos con nosotros», decía.

El matrimonio de Málaga está alojado en una pequeña casa rural y justo sus vecinas de la planta de abajo se llevaron uno de los mayores sustos que ha provocado este incendio. Las dos jóvenes fueron de las primeras en dar la voz de alarma. Habían salido camino de O Teixadal, una ruta de 12 kilómetros, y cuando estaban a punto de llegar se encontraron con el fuego. «Llamaron al 112 para avisar y después de un buen rato de espera, les indicaron por donde podían volver para no correr ningún peligro, así que dieron la vuelta», explica Blasco, que habló con las turistas en cuanto llegaron al pueblo. El incendio en las montañas de Casaio afectó también al entorno de Pala de Cabras, la cueva en la que se descubrieron pinturas prehistóricas en el 2019.

El incendio arrasó con 440 hectáreas, pero no fue el más problemático de los múltiples focos que se activaron en apenas 24 horas. En Laza, Medio Rural solicitó el nivel 2 de emergencia como medida preventiva, ya que un incendio declarado la noche anterior avanzaba hacia la aldea de Taboazas, en el concello limítrofe de Chandrexa de Queixa. Precisamente en ese municipio luchaban contra otro de los frentes que arrancó el martes. Según las últimas estimaciones el primero lleva consumidas 740 hectáreas y el segundo 200.

Otro de los más complicados fue el foco de O Irixo, que se inició en la parroquia de San Cosmede de Cusanca y que supera las 240 hectáreas. Este fuego también afecta al municipio limítrofe de Dozón, ya en la provincia de Pontevedra y ha obligado a Renfe a suspender la circulación de los trenes entre Ourense y Santiago de Compostela, ya que en el tramo entre O Irixo y Lalín hay varios focos próximos a la vía. Medio Rural decretó también el nivel 2 de emergencia para ese distrito forestal de O Ribeiro y O Arenteiro porque entre ese foco y otros generados en Astureses y que se propagaron a otras parroquias de Boborás, y el que arrancó en Longoseiros (O Carballiño), las llamas se aproximaban a varios núcleos de población.

Paralelamente, también hay equipos de extinción trabajando en el incendio de Verín que se originó hace ya una semana y que quemó 600 hectáreas, a pesar del despliegue de medios que llegó a movilizar; entre otros medios a 11 brigadas, 57 motobombas, una veintena de medios aéreos y de recibir el apoyo tanto de la UME como de equipos de Portugal. Aunque su situación oficial es la de que el fuego está controlado, no se baja la guardia. Nadie olvida que obligó a poner en alerta a varios núcleos de población (se hizo incluso algún desalojo preventivo ante la proximidad de las llamas a las zonas habitadas). Fue otro de los incendios más duros del verano en la provincia ourensana, claramente intencionado con tres puntos de ignición iniciales pegados a núcleos de población que se convirtieron en una decena de focos en un lapso muy corto de tiempo y cuanto los medios se concentraron en alejar las llamas de las viviendas.