Hace veinte años Ourense estaba conmocionado por la muerte del soldado Diego González en Afganistán

Cándida Andaluz Corujo
C. ANDALUZ OURENSE / LA VOZ

OURENSE CIUDAD

Entierro del soldado Diego González en Cudeiro, en agosto del 2005
Entierro del soldado Diego González en Cudeiro, en agosto del 2005 MIGUEL VILLAR

Los restos del joven ourensano llegaron a Cudeiro el 20 de agosto del 2005

24 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El 16 de agosto del 2005 Galicia se despertaba con una trágica noticia. Un helicóptero Cougar (matrícula ET-657), perteneciente a la misión española, se estrellaba al sur de Herat, en la zona de Shindand, en el noroeste de Afganistán, provocando la muerte de 17 soldados españoles. Diez eran gallegos y entre ellos estaba el ourensano Diego González Blanco. La primera versión del ministro de Defensa de aquel momento, José Bono, se centró en avalar la teoría del siniestro. Más tarde, una comisión de investigación apuntó como posibles factores una maniobra agresiva a poca altura del suelo, el perfil de vuelo de riesgo y las condiciones meteorológicas y orográficas adversas. Tres años después se reabrió el caso a petición de un familiar, pero las causas del suceso siguen siendo una incógnita.

Al margen de las causas del accidente, el suceso dejó en la provincia de Ourense una huella imborrable y jornadas de dolor. El 18 de agosto los cuerpos de los fallecidos llegaron a Madrid, siendo recibidos por su familiares y velados en la intimidad. Mientras, en la capital ourensana se celebraron tres minutos de silencio en la praza Maior en recuerdo a Diego. «El alcalde de Ourense, Manuel Cabezas, quiso hablar en nombre de todos los ciudadanos a los que representa y manifestó, con la lectura de un comunicado, su solidaridad y apoyo a todas las familias tocadas por el dolor. ‘Queremos mostrar el respaldo y el calor de los ourensanos a la familia de Diego', afirmó el regidor antes de que todos los asistentes guardarán tres minutos de silencio. Algunos lo hicieron con un nudo en el estómago. La tensión se rompió con los aplausos de los ourensanos que demostraron que también se puede llorar con las manos», relataba la crónica de La Voz. En ese mismo acto, el entonces alcalde señalaba que sería probable que una calle o una plaza llevase el nombre del soldado fallecido: «‘Queremos que su memoria esté presente en la vida de los ourensanos', explicó Manuel Cabezas después de anunciar que propondrá este homenaje al resto de grupos de la corporación municipal en el próximo pleno. Era un hombre que se movía por motivos humanitarios y ese sacrificio tiene que ser reconocido oficialmente», proseguía la noticia. El 7 de octubre de ese mismo año se descubría la placa que da el nombre del joven héroe ourensano a una plaza del barrio de O Vinteún.

Portada de La Voz de Galicia del 17 de agosto del 2005
Portada de La Voz de Galicia del 17 de agosto del 2005

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El día 19, los reyes Juan Carlos y Sofía encabezaron la delegación institucional que asistió al funeral de Estado en honor de los soldados y que fue oficiado en el cuartel general del Ejército de Tierra. Un día después, el cadáver del militar Diego González fue trasladado por carretera hasta Ourense. Un centenar de personas lo esperaban en Cudeiro. «La tristeza era casi tangible ayer frente al tanatorio de Cudeiro. Un centenar de personas aguardaba bajo el intenso sol de agosto a la comitiva que, desde Madrid, traía de vuelta los restos mortales de Diego González y también a su familia. Algunos pasaban el trago de la espera por segunda vez. Y es que tras seguir los funerales de Estado por televisión, muchos habían calculado la llegada desde Santiago, donde teóricamente llegarían transportados en avión, y no por carretera, como finalmente sucedió. Pero a nadie parecía importar el calor. Los rostros, con la tristeza contenida, y las pocas conversaciones en voz baja, avanzaban lo que ocurriría después», comenzaba la crónica. Ocho soldados de la Brilat, al mando del capitán Quintairos, fueron los encargados de sacar el féretro. «Una salva de aplausos acompañó la entrada del ataúd al tanatorio, lleno ya con las coronas y ramos de flores de familiares, de su prometida, y de sus amigos. Los soldados pasaron entonces a un segundo plano mientras la familia recibía las condolencias del resto de sus vecinos y se colocaba la bandera y la medalla impuesta por el rey en Madrid».

Diego González Blanco tenía 27 años cuando falleció. Había nacido para el Ejército. «En eso coinciden todas las personas que ahora lo recuerdan. Estaba hecho para las filas, de ahí que algunos de sus vecinos lo definan como un joven reservado, serio y muy recto. Ese aire marcial no era incompatible con otras virtudes. ‘Era un chico muy alegre', recuerda ahora su hermana mayor. Diego llevaba tiempo viviendo con su novia, Alejandra, en Pontevedra. Compartían la vida y la profesión. Después de hacer el servicio militar pasó cinco años en la Legión, con destinos como Ceuta y Melilla. Trabajó un tiempo como transportista pero hace dos años lo dejó todo por la Brilat», relataba La Voz. La memoria de Diego sigue presente y todavía muy viva.