Gelines Sanabria, mestra xubilada: «Antes tiñamos 67 nenos nunha aula e era máis fácil dar clase que agora»
RUBIÁ
Presume del cariño que todavía le profesan sus alumnos en Cataluña y Valdeorras
08 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Presumida confesa y orgullosa de serlo, Gelines Sanabria zanja la pregunta de su edad diciendo «teño moitos anos» y cuenta que no sale de casa sin arreglar. A la entrevista llega con un abrigo de piel de vaca y sombrero. Y lo hace saludando a la mayoría de los que se cruzan en su camino. No es una simple cuestión de educación, porque los llama por su nombre. En O Barco de Valdeorras conoce y la conocen, aunque ella se define como valdeorresa: nació en Rubiá, hizo la comunión en Vilamartín y lleva décadas viviendo en la capital comarcal. «Eu son un híbrido entre Rubiá, de onde era a miña nai, e Zamora, de onde veu o meu pai», señala. El progenitor era militar en África cuando nacieron sus hijas, pero su mujer tenía entonces a su madre enferma y no quiso moverse de Galicia, así que él pidió el paso a la Guardia Civil, de ahí que la familia también pasase un tiempo residiendo en O Carballiño. «Andivemos de aquí para alí», relata, hasta que se instalaron definitivamente en O Barco.
Gelines estudió en la Academia Dequidt barquense y después hizo Magisterio. «O meu pai quería que fora á universidade, pero ser mestra era a miña vocación», relata. Con el título en la mano se presentó a las oposiciones. Había 60 plazas y sacó la segunda mejor nota, lo que le permitió elegir destino. Llegó a Barcelona con apenas 22 años. «Aquilo era unha auténtica emigración, viaxando en trens de madeira», relata. En el colegio Lope de Vega dio clase durante quince años, tiempo que aprovechó para sacarse la carrera de Geografía e Historia. No había nada de vocación en eso, «pero quixen satisfacer ao meu pai e iso era o que estudaban as miñas compañeiras».
En aquel entonces vivía en una residencia de monjas. «Eran tempos moi difíciles para unha rapaza soa», señala, aunque matiza que fueron unos años sin ocasión de aburrirse: «Todas as fins de semana tiñamos plans. Marchabamos en tren a Francia ver películas que aquí nin chegaban, íamos esquiar, viaxabamos... Tiñamos moita liberdade».
Los fines de semana eran sagrados porque de lunes a viernes el trabajo lo ocupaba todo. «Entrabamos no colexio ás nove da mañá e saiamos ás sete da tarde», relata. «En primaria tiñamos 67 nenos por clase e as parvulistas oitenta e pico e era máis fácil dar clase que agora, porque non se movía un», recuerda, aunque luego se matiza: «Igual tiñas un revoltoso, pero era un». Fueron años de prosperidad que le dieron la capacidad económica para comprarse un piso y un coche.
«Tiña unha capacidade de traballo terrorífica, nunca tiven unha baixa, pero as fins de semana desbocabamos», relata a carcajadas. Tanto es así que reconoce que «se non me veño, tráenme nunha caixa». Cuando regresó a Galicia —para entonces había muerto su padre y le dolía que su madre estuviese sola, ya que su hermana vivía en Canarias— pesaba apenas 42 kilos. Su primer destino fue el colegio de Rubiá, donde se hizo cargo de la dirección a los dos meses de llegar y donde trabajó durante siete años. «Iba cada día unha hora antes para acender a calefacción», rememora. Después se trasladó al Julio Gurriarán de O Barco, donde dio clase durante 21 años. A los sesenta se jubiló. Presume del cariño que todavía le guardan sus alumnos, a los que en ocasiones ha acompañado en sus bodas o en las comuniones de sus hijos.
«Sempre me gustaron os cativos», relata. Le encantaba vivir rodeada de niños, aunque nunca se planteó ser madre. «Non casei, afortunadamente», dice riendo. Cuenta entonces que puede ser que la idea no fuese solo suya. «Meu pai sempre dicía, ‘yo no crie hijas para nadie’ e quedounos no subconsciente, porque nin eu nin a miña irmá casamos», relata. De hecho, cuenta a carcajadas que si un joven llegaba a su casa a buscarlas, «ese día non se ceaba». Se define como «unha solteira convencida».
Si algo valora Gelines al recodar su historia es la libertad de hacer siempre lo que le dio la gana. «Eu saía soa, pero nunca terminaba soa», señala. Y no tener pareja nunca la frenó, sino todo lo contrario.
Ya no hace grandes viajes: en invierno escapa a Canarias y en verano a Playa América
Gelines Sanabria no se aburre. Canta en el Orfeón Valdeorrés, va a clases de pilates y yoga, y viaja siempre que puede. Ya no es como antes. Cuando era más joven aprovechaba las vacaciones para conocer mundo. No le falta ninguna capital europea, de Grecia se pateó los rincones más recónditos y recuerda con especial cariño su estancia en Perú. En los últimos tiempos está condicionada por el vértigo, pero aún así intenta no perderse ni una salida del Orfeón. Además, en invierno escapa del frío valdeorrés en Canarias. Ella y su hermana viajan en diciembre y no regresan hasta marzo. Pasada la primavera, en julio y agosto huyen del calor y se van a la costa, a Playa América. «Veño de volta para as novenas do Cristo. Son confrade e quero estar», relata.
Es una fiel devota del Nazareno y por eso recibió como un regalo que la eligieran para dar el pregón de la Semana Santa. Fue la primera mujer en hacerlo y Gelines aprovechó para repasar sus recuerdos. Contó cómo vivía unas fechas que en su casa siempre fueron especiales porque su familia era muy religiosa. «Estaba nerviosísima, pero moi contenta», remata.
DNI
Nombre. Gelines Sanabria nació en Rubiá «nos anos 40», sin concretar más. «Teño moitos», resume.
Profesión. Con 22 años aprobó la oposición de maestra, profesión a la que dedicó toda su vida laboral.
Su rincón. Elige el Malecón de O Barco. «É un enclave precioso, gústame moito», asegura.