Doce artistas para un centenario

Elena Larriba García
E. larriba PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

RAMON LEIRO

El Moderno conmemora los cien años de los murales de Sobrino con una exposición de doce de los pintores pontevedreses en activo más relevantes

29 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En 1914 el pintor pontevedrés Carlos Sobrino colgaba en el antiguo Café Moderno cuatro grandes lienzos especialmente singulares en su producción artística. Tres de ellos, Pareja de amantes, La cortesana y La tentación de Colombina, siguen formando parte de la decoración de los salones de este emblemático local. El cuarto, que representaba una aguadora de raza india, se arruinó por un problema de humedades antes de la remodelación del edificio que dirigió el prestigio arquitecto Álvaro Siza.

La conmemoración del centenario de estos cuadros ha sido la disculpa perfecta y el punto de partida de una muestra que quiere resaltar una de las etapas más fructíferas del arte en la ciudad del Lérez. Unha mirada, dous tempos. Artistas de Pontevedra para un centenario, reúne desde ayer en el Moderno a doce relevantes pintores del momento actual y de distintas generaciones, con dos obras de cada uno de ellos, en las que el comisario de la exposición, Ramón Rozas, quiso reflejar cómo la forma de mirar de los artistas cambia en función del tiempo, del lugar, de las circunstancias personales del autor y del momento histórico que lo rodea.

Por ese motivo, de los doce pintores representados, el público verá dos obras enfrentadas: una de juventud y otra de madurez, conjugando todos esos aspectos para dar lugar a múltiples análisis artísticos.

Todos son pintores en activo, algunos con muchas décadas de trabajo a sus espaldas y una gran proyección exterior. Alejandro Paisa, Rafael Úbeda, Jorge Castillo, Arturo Cifuentes, Manuel Aramburu, José Barreiro, Jaime F. Falcón, Manuel Ruibal, Eduardo Dios, Alex Vázquez, Manuel Moldes y Fernando Vilanova, son los autores seleccionados. En su mayoría, las obras expuestas son óleos, aunque también hay algunos acrílicos y acuarelas.

La Fundación Novacaixagalicia y el Concello de Pontevedra colaboran en esta completa oferta cultural, compuesta tanto por la exposición como por su correspondiente catálogo, que busca poner de relieve la importancia de Pontevedra, a lo largo de la historia, como una ciudad fuente y referencia de cultura en todos los niveles.

Esa historia se sigue palpando en el Café Moderno, que en los años veinte y treinta del siglo pasado vio surgir y madurar las famosas tertulias que pasarían a la posteridad por la relevancia de todos los personajes que en ellas participaron. Castelao, Bóveda, Paz Andrade, Filgueira, Iglesias Vilarelle o Agustín Portela son algunos de los nombres célebres que se pasaron por sus salones, junto a otros muchos intelectuales, poetas, novelistas y pensadores o pintores, que como Laxeiro, Manuel Torres, Virgilio Blanco o el propio Sobrino dejaron allí su impronta.

Pasado y presente

Cien años después, el Café Moderno sirve para volver a reivindicar la pintura hecha en Pontevedra por los creadores que en uno u otro momento tuvieron relación con este espacio tan emblemático de la ciudad. De esta forma, la propuesta de la exposición inaugurada ayer se inicia en el pasado y continúa hasta hoy, desde aquellas obras que hicieron arrancar una trayectoria, ahora ya consolidada, hasta el trabajo hecho en estos tiempos, cuando todos los autores reunidos están viviendo su pleno dominio artístico.

La diversidad de cada uno de los artistas presentes en la muestra engrandece el conjunto final de la misma, con una variedad de formas de pintar y de todo aquello que inspira sus obras, bodegones, paisajes, figuraciones retratos... Paisa, lleva más de noventa años enfrentándose a la pintura; Úbeda crea con la pintura y la música; Castillo es un incansable experimentador; en Cifuentes emerge el paisaje; Aramburu, un cosmos hecho chatarra; Barreiro enarbola el color; Falcón es una ventana abierta; Ruibal lucha por su esencia; con Moldes nada vuelve a ser igual; Dios es la convicción; Vázquez es la naturaleza vibrante y Vilanova representa la contundencia del juego volumétrico.