Calles de miedo en Pontevedra para incentivar el consumo: «El comercio pequeño tiene que diferenciarse»

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Los comerciantes de la calle Rosalía de Castro enseñan su decoración para animar las ventas
Los comerciantes de la calle Rosalía de Castro enseñan su decoración para animar las ventas Ramón Leiro

Los comerciantes de Rosalía de Castro decoran de Samaín, como ya hacen en la calle Real

23 oct 2024 . Actualizado a las 15:34 h.

Tres arañas sobre un fondo verde y una lápida dan la bienvenida al tramo peatonal de Rosalía de Castro. Una música tenebrosa sale de un altavoz en la puerta de la agencia de viajes Azulmarino, donde una bruja cubre su escaparate. De los árboles cuelgan calabazas y fantasmas. El objetivo de los comerciantes era llamar la atención y a juzgar por los que se detienen a ver la decoración, lo han conseguido. Detrás de todo esto está José Hervés, de la agencia de viajes. Él propuso y el resto de comerciantes se subieron al carro con la intención de dar vida a una calle, que muchos coinciden en que «está muy muerta». «La gente se acerca a ver y el consumo se reactiva. Al menos vienen hasta aquí», apunta José. El desembolso de dinero para la decoración es irrelevante para estos comerciantes, que ya organizan el truco o trato. «No te olvides de traer caramelos», le dicen Hervés y Maica Muiños, de la agencia, a la frutería Isabel. Su dependienta, Tania Rodríguez responde con rotundidad. «Siempre tenemos que hacer algo porque el comercio pequeño tiene que diferenciarse y estar unido», recalca. Y por supuesto tiene preparados los caramelos para los críos.

Han seguido los pasos de otras zonas de la ciudad, donde los responsables de las tiendas se encargan de la decoración para dar vida y sobre todo, ganar vida. Si en Rosalía de Castro es Hervés el armadanzas, en la calle Real toda la «culpa» es de Raúl Facciola, de la Cre-Cotte Creperie. Estos días, este tramo de la zona monumental amaneció con chubasqueros colgados. Son solo el primer paso de una decoración que aumentará de cara a la Noite dos calacús, que promueve el Concello de Pontevedra. Estos casi 200 metros por los que transita el Camino de Santiago se han convertido en un reclamo para los turistas y para muchos pontevedreses.

Raúl Facciola, de Cre-Cote Crepería, bajo los chubasqueros de la calle Real
Raúl Facciola, de Cre-Cote Crepería, bajo los chubasqueros de la calle Real Ramón Leiro

Desde que Facciola llegó a la ciudad hace 16 años, siempre hay que mirar al cielo cuando se baja por la calle Real. A veces hay paraguas, otras, vaqueros, en alguna ocasión colgaron cometas y hasta tubos de acero inoxidable con mimosas. «Tratamos de descontextualizar la rutina y decorar por un largo período. Cuando llegué, en el 2008, costaba Dios y ayuda llegar hasta esta zona y ahora es fácil», recalca este hostelero, que recuerda que una de las acciones más llamativas fue cuando colgaron flotadores o peluches, pero en ambos casos, acabó mal. «Un miércoles por la tarde acabamos de colgar 300 peluches y el jueves no quedaba ninguno. Es una zona de marcha y a veces sacan lo que ponemos. Hasta me encontré gente en la playa con los flotadores que teníamos aquí colgados decorando», recuerda Raúl.

Las iniciativas costeadas por los comerciantes de la calle Real ayudan a dinamizar la zona, a «hacerse ver y oír» en una ciudad que cada vez vive más hacia la zona monumental. Y sino que se lo pregunten a los emprendedores de San Román, una calle estrecha que parte de A Ferrería, donde ya piensan en la Navidad. En los últimos años se han esforzado en ganar visibilidad y obligar a los pontevedreses a bajar por ella para ir hacia la Verdura. «Somos una calle escondida y necesitamos hacernos ver», dice Teresa Rodríguez, de Las Tareixas, que recuerda que la última decoración llamaba la atención de vecinos y turistas. «Nos apodaron como la calle de Coco por las banderolas mexicanas de colores que pusimos de un lado a otro. La gente las veía desde abajo y pensaba que había fiesta», reconoce esta emprendedora, que al igual que el resto de comerciantes de la ciudad, cree que invertir en decorar no solo es bonito, sino que anima al consumo y a tener la calle cuidada. Es ahí cuando los que trabajan en Rosalía de Castro piden una poda para unos árboles que dan terror hasta cuando no es Samaín.