
La desaparición del animal movilizó a los vecinos de Anafáns
04 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Tula es una perrita de nueve años rescatada hace cuatro por Sara Fariña y su familia tras una vida de maltrato. En la zona de Anafáns, en Poio, la perra encontró un nuevo hogar que le ofreció el cariño que nunca había conocido.
Independiente y algo temerosa, Tula disfrutaba de pasear por las fincas cercanas. Pero una de sus escapadas furtivas desencadenó días de lágrimas e impotencia en su familia. El pasado domingo, Tula, como solía ser habitual en ella, salió a curiosear el entorno cuando a lo lejos escuchó las explosiones de las bombas de palenque de una fiesta cercana. El animal, adiestrado hace años como perro de caza, instintivamente salió a correr hacia el lugar del que procedían esos ruidos y se alejó tanto que se acabó desorientando.
Sara y su familia tardaron poco en notar la ausencia de Tula y con el disgusto en el cuerpo iniciaron su búsqueda con carteles, mensajes en redes sociales y un trabajo puerta a puerta de los vecinos, además de peinar la zona de manera angustiosa para dar con la perra, que parecía evitarlos. La difusión dio sus frutos, pues las llamadas para alertar del avistamiento del animal fueron varias. Algunas veces, cuando llegaban al lugar en el que había sido vista, la perra ya no estaba. Otras, se trataba de un perro diferente a Tula, aumentando la desesperanza de la familia de Poio.
Finalmente, y a pesar de los esfuerzos y una difusión de búsqueda que encontró más implicación de la esperada, el problema terminó resolviéndose solo. Cuatro días después Tula encontró el camino a casa. En la madrugada del jueves la perra consiguió desandar el camino y, a las 4 de la mañana, la familia se despertó con unos ladridos reconocibles que entraban por la ventana.
Tula había vuelto a casa. Sedienta, hambrienta, mojada y algo magullada la perra volvió con su familia. Parece que aprendió la lección y «se le quitaron las ganas de volver a escapar» dice Sara Fariña, después de ver a su perra regresar con un llanto audible al ver a su familia.
También en su casa aprendieron la lección. «Yo estaba tranquila cuando se perdió porque tenía chip, pero la gente no se para a llevar un perro perdido al veterinario. Lo mejor es ponerle una chapita con un teléfono. Ahora ya la tiene», comenta.