Sanxenxo, salida y meta para Juan Carlos I

SANXENXO

El alcalde de Sanxenxo, Telmo Martín, y el rey emérito,  a la puertas del Real Club Náutico de la villa en su visita de este mes
El alcalde de Sanxenxo, Telmo Martín, y el rey emérito, a la puertas del Real Club Náutico de la villa en su visita de este mes CAPOTILLO

La elección de esta villa turística por parte del rey emérito para volver a España, después de 655 días en Abu Dabi, supone un reclamo publicitario brutal

23 nov 2022 . Actualizado a las 13:16 h.

Dos decisiones de Juan Carlos I han convertido a la tranquila y turística villa de Sanxenxo en salida y meta del periplo que durante 655 días ha seguido quien fue durante cuarenta años el Rey de España. Es el tiempo transcurrido desde que decidió pasar por esta villa a despedirse de sus amigos antes de partir hacia Abu Dabi (3 de agosto del 2020), hasta que ha podido volver a España, por primera vez después de casi dos años de «exilio». Y lo ha hecho el pasado jueves 19 de mayo. Acudiendo a Sanxenxo para reencontrarse con Pedro Campos y su esposa, la tripulación del Bribón, el entorno de amigos que el Real Club Náutico le brinda y la calurosa acogida que numerosos habitantes de la villa y su alcalde, Telmo Martín al frente, le otorgan y que se evidenció en este fin de semana.

De modo que, igual que pasó al marchar de España, ahora cuando ha vuelto, Juan Carlos de Borbón ha preferido Sanxenxo en un gesto al que se le podrán dar diferentes lecturas e interpretaciones pero que, de entrada, supone, ante todo, un reclamo publicitario brutal para el municipio que ya de por sí es el icono del destino turístico Rías Baixas.

Desde la tarde del jueves y hasta hoy mismo, Sanxenxo ha sido uno de los focos de la actualidad nacional. Con los alrededores del chalé de los Campos en Nanín, los pantalanes del puerto deportivo y la sede del RCNS convertidos en platós de televisión con un despliegue inusitado de medios. Se estima que alrededor de 200 informadores han cubierto la noticia del «retorno» en estos días. Algo así no tiene parangón. Ni precio si hubiera que pagarlo.

La expectación y el seguimiento que han rodeado de esta vez la llegada y presencia de Juan Carlos I en Sanxenxo no es más que un proceso de causa-efecto. Consecuencia del tiempo que ha pasado desde que el rey emérito se (o se le) autoexilió a los Emiratos Árabes. Con el acicate de todas las revelaciones que se han conocido sobre las finanzas e intermediaciones del anterior monarca, sazonado con la maniobra de distanciamiento a la que se aplicaron Felipe VI y el Gobierno de la nación para evitar daños colaterales.

Espectáculo televisado

El suflé ha sido alimentado por los medios de comunicación que a través de una cobertura extraordinaria han convertido un acontecimiento informativo en un espectáculo televisado con directos permanentes. Y ayudado con la cascada de opiniones vertidas por las fuerzas políticas del arco parlamentario nacional y gallego que valoraron el significado de ese retorno y lo han contextualizado, por enésima ocasión, en el debate sobre la vigencia de la monarquía.

El ruido mediático y político hubiera sido el mismo, si en vez de Sanxenxo hubiera sido Palma de Mallorca o la Costa del Sol, el lugar elegido por Juan Carlos de Borbón para volver. Este «sainete», como le calificó algún presentador televisivo, no tenía que ver con el «dónde» sino con el «cómo» y el «cuándo».

Al margen de juicios de valor sobre la conducta del anterior monarca y sobre si debería pronunciar una petición de disculpas ante la opinión pública española por su mal ejemplo, no podemos obviar que no tiene causa judicial alguna pendiente en nuestro país y que una vez regularizadas —y por dos veces— sus deudas con la Agencia Tributaria, nada le impedía volver a su país, salvo veto o recomendación en contra.

Obviamente, ni Casa Real ni el Gobierno han impedido el retorno de Juan Carlos I aunque haya gustado poco o nada en Zarzuela y en Moncloa, todo el revuelo y el seguimiento que ha tenido desde que bajó por la escalerilla del avión que le trajo a la terminal aérea de Peinador.

Cuantos hemos conocido e informado de las anteriores estancias de Juan Carlos I en Sanxenxo, más frecuentes desde que en el 2014 abdicó en favor de su hijo, sabemos que han sido siempre de una gran discreción y con un seguimiento mediático de perfil bajo. Incluso en ocasiones, inadvertidas.

Sin patrocinio

Ni el Concello de la villa turística ni el Real Club Náutico han abanderado, muchos menos financiado, semejante despliegue que se ha reunido en Sanxenxo, entre prensa gallega, nacional e internacional. He escuchado sugerir ese disparate de un pretendido «patrocinio» entre algunas de las barbaridades vertidas por tertulianos en los muchos programas que hicieron el seguimiento de la presencia de Juan Carlos I en estos días. Pretendiendo «explicarse» por qué Sanxenxo y no otro destino.

Más bien: tanto el Concello como la entidad náutica, así como el alcalde Telmo Martín y el presidente del RCNS, Pedro Campos, han sobrellevado con enorme paciencia, educación y respeto la tremenda e inusual presión mediática que se ha desarrollado en torno a la visita del rey emérito. Atendiendo a los medios que les requerían continuamente. Además lo han hecho con una ejemplar hospitalidad que incluso se tradujo en aliviar los tiempos de espera de los profesionales de la comunicación que hacían las esperas tanto a las puertas del chalé de Pedro Campos en Nanín, como en los accesos a la sede del Náutico, ya fuera con el reparto de aguas y refrescos, o con bandejas de fruta fresca. Los periodistas bien sabemos que semejante trato exquisito no suele ser el habitual.