Del ingreso en Renfe a las lágrimas por Angrois: cincuenta años de orgullo ferroviario
SANXENXO
En 1972 convirtieron el tren en su profesión, «haciendo la primera FP dual», bromean. Llegan desde toda España para reunirse en Sanxenxo y conmemorar sus bodas de oro
07 nov 2022 . Actualizado a las 09:06 h.La mitología contemporánea asociada al ferrocarril es inagotable. Desde los paisajes desolados de la Gran Depresión que retrató Steinbeck al carbón que traqueteaba junto al bosque animado de Fernández Flórez o las tonadas de Sabina cuando era más joven, estos grandes animales de metal han recorrido sus caminos de hierro con una enorme carga simbólica sobre sus vagones. No solo en lo que se refiere a viajar o al trasiego de mercancías. También hay gente que ha convertido el tren en su forma de vida. Durante este fin de semana, cuarenta veteranos ferroviarios y sus parejas, procedentes de toda España, se citan en Sanxenxo. Celebran las bodas de oro de su promoción, la del 72. Carlos Fernández ejerce como anfitrión y tiene mucho que ver con los dos grandes centros ferroviarios que poseía Galicia antes de que todo cambiase: Vilagarcía de Arousa, donde se jubiló y reside, y Monforte de Lemos, el lugar donde nació. Él es quien nos guía.
«El día en que ingresamos en Renfe yo cumplía veinte años, el 12 de julio de 1972», explica Carlos. El acceso a la compañía pública era muy diferente al actual. Existía una vía militar, que fue la que siguió nuestro hombre y exigía cuatro años de dedicación. El Regimiento de Movilización y Prácticas de Ferrocarriles requería dos meses de campamento y nueves meses más en una escuela. A partir de ahí, tres años de prácticas y cursos hasta licenciar y poder acceder a una plaza. «Ahora que tanto se habla de la FP dual, yo creo que la primera la hicimos nosotros entonces», bromea en serio el ferroviario. El otro camino pasaba por el centro de formación de Bamio, en Vilagarcía, hoy bajo la órbita del Instituto Social de la Marina. Allí se titulaba el personal de talleres, bajo la denominación de aprendices. Y no era extraño que, a continuación, varios de ellos buscasen un mejor futuro enrolándose en el regimiento.
«En nuestra promoción entramos 50 maquinistas y 125 de estación, los que nos encargábamos de la circulación». Dentro de esta segunda categoría, la de los factores, militó Carlos. Una temporada aquí y allá era inevitable. Y los destinos en el País Vasco y Cataluña, cosa frecuente. Puede parecer sorprendente, pero existe una buena razón para ello: «Ya entonces eran comunidades en las que el nivel de vida era muy superior. Yo, que trabajé en Zumárraga, veía cómo la gente en las fábricas cobraba bastante más que nosotros, así que los que eran de allí no se metían en este tipo de profesiones, como tampoco en la de maestro». Su mujer, Loli, maestra, asiente.
Además de la trashumancia, la llamada de la sangre caracterizaba la profesión. Al monfortino arousano, la vinculación con el tren le llega desde uno de sus bisabuelos. Las mujeres, que ejercían como guardabarreras, se sumaban a la saga familiar.
El cierre es duro pero casi obligado. Desde el 24 de julio del 2013, pocas conversaciones en torno al tren pueden esquivar lo que ocurrió en la curva de Angrois. «La primera vez que pasé por allí después del accidente, tuve que parar el coche y me eché a llorar». Lágrimas que engrandecen el orgullo de los viejos ferroviarios. Este es su fin de semana.
lAS BODAS DE ORO
- 50 años. Cuarenta ferroviarios celebran las bodas de oro de su promoción en el hotel Carlos I de Sanxenxo. «Nuestras mujeres son fundamentales para que sigamos reuniéndonos», asegura Carlos Fernández.
las bodas de plata
- En 1997. Las bodas de plata. Esta imagen se tomó en 1997 en las escaleras del antiguo centro de formación ferroviaria de Bamio, hoy bajo la órbita del ISM. Algunos de los participantes, claro, ya no están.