Los «chicos de África» ya son de Sanxenxo: «Estannos dando unha cura de humildade»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

SANXENXO

CAPOTILLO

De los 54 inmigrantes llegados de Canarias, quedan cuarenta en la villa, donde van a clases de español, juegan al fútbol y están totalmente integrados

10 jul 2024 . Actualizado a las 17:12 h.

Aún no pasó ni un mes desde que, al amanecer y en un autobús fletado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, llegaron a Sanxenxo 54 jóvenes subsaharianos que previamente habían desembarcado en cayuco en Canarias. No hicieron falta ni treinta días para que una parte de «los chicos de África», como muchos les llaman en la villa turística, hayan abandonado el hotel en el que se hospedaban para marcharse hasta distintos puntos de España o Europa, donde cuentan con amigos o familia. Y para que el grueso de la expedición, cuarenta jóvenes de entre 18 y 25 años, se hayan integrado en Sanxenxo. La forma en la que ellos buscan ser unos más en Galicia, aprendiendo castellano a ritmo frenético y saludando con un «hola, qué tal» a todo aquel con el que se cruzan, y el vuelco tremendo de la oenegé que gestiona su estancia (Accem), el Concello y los propios vecinos se están traduciendo en algo «maravilloso», un adjetivo que pronuncia sin titubeos Paz Lago, edila de Servizos Sociais del gobierno de Telmo Martín.

Pocos días después de la llegada de este grupo a Sanxenxo, Daniel Bóveda, responsable de la oenegé Accem en Galicia, señalaba que estaban gratamente sorprendidos porque la conexión con los responsables municipales era total y así, entre todos, resultaba mucho más fácil jóvenes iniciasen su proyecto de integración. De hecho, se les llenó la agenda en pocos días. De martes a viernes, la oenegé se encarga de darles clases de español tras cederles el Ayuntamiento la casa de cultura de Dorrón. La cercanía de este espacio al hotel Baixamar, donde se hospedan los jóvenes, posibilitan que puedan ir a pie hasta allí. Esta es la actividad principal, puesto que la barrera del idioma es la que primero tienen que derribar. Hay que decir que algunos empiezan a chapurrear ya castellano e incluso dicen alguna palabra en gallego. «Sabemos hablar un poquito», indica uno de ellos Alfousseyni, que tiene 18 años y vino a España huyendo de la guerra de Mali.

Desde el minuto uno, cuando incluso hicieron unos regates al alcalde de Sanxenxo, se comprobó que los jóvenes llegados de África llevan en los genes jugar al fútbol. Así que ahí se vio otra posible vía de integración. Nuevamente, la oenegé y el Concello se pusieron manos a la obra y acordaron que los miércoles acudirán a entrenar con un club deportivo del municipio. El resto de la semana, en cuanto tienen un minuto libre y desde que la lluvia dio una tregua, no dejan de bajar hasta la playa de Areas, casi al lado de donde se hospedan, para darle patadas al balón.

En ese arenal estaba un grupo de unos diez subsaharianos este viernes. Eran todos de Mali. Y, sin excepción, todos contaban lo dura que era la vida en su país. Hablaban de la guerra y de tuvieron miedo en los ocho días en cayuco. Pero, sobre todo, sonreían al preguntarles por su estancia en Sanxenxo: «Todo bien», señalaba uno ya en castellano.

 En esa línea de intentar que se integren a todos los niveles, también se les están dando clases de seguridad vial o de primeros auxilios, implicando en ellas tanto a la policía local como al personal de emergencias. «É que lles custa moito o de ir pola beirarrúa sen saír á estrada, por exemplo», señala entre risas Paz Lago. Y se les está llevando a recorrer todas las parroquias del municipio o los edificios públicos. Estuvieron en la lonja o aprendieron lo que es una batea. Algunos de ellos tienen experiencia como marineros y otros como agricultores. Es habitual que en sus salidas a pie con la oenegé se acaben sumando vecinos de Sanxenxo.

Una pieza fundamental está siendo el profesor jubilado Manolo Sande. Él habla francés así que la comunicación con ellos fluye. De ahí que todos coreen ya el «Manolo, manolo» en cuanto le ven. La integración deja escenas emotivas; desde la del vecino de Dorrón que al verlos por allí de excursión les quiso invitar a tomar algo a todos hasta la de un senegalés con el que se cruzaron en Portonovo, que les dio recomendaciones para su vida en España. Paz Lago habla largamente sobre esta experiencia que califica de enriquecedora. Y concluye: «Estannos dando unha lección, unha cura de humildade».