Yo debería escribirte poemas. Pero tus ojos verdes pardos como un abeto son tan enternecedoramente reales que casi los veo, tu presencia lejana manzanalmente tan omnipotente y tus manos tan refrescantes como una arrogante lluvia de verano, que decidieron sacarme la poesía de las manos y dejarme en un puntual vacío cubierto solo de ti, mi misterio de la actualidad. Y ahora yo estoy aquí, sola, ante un árbol maltrecho y blanqueado, pensando en tu sonrisa, pero incapaz de escribir ninguna rima. Revivo virulentamente tu cara en el fuego, y se me ocurren tus palabras azucaradas, tus expresiones milimétricas y tu perfil ojeado que me empalaga, como un Sol inexplicable que surge de la maraña de mi cabeza. Y tú lo sabes. Yo lo sé. Tú sabes que yo lo sé y yo sé que tú lo sabes. Y arrancando estas florecitas sin mirarlas, llenos de pena, seguimos adelante. Un poquito más, unos días más. Porque yo quiero seguir sabiéndolo, y tú quieres seguir sabiendo que yo lo sé. Así que entonces yo te envío mi sonrisa pícara en un terrón de voz y tú me dices que yo tengo un ‘algo'. Tú me recriminas y me acusas de probarte, delito inefable, porque me servirás de todos modos, mientras imaginas todo en lo que pienso o las sábanas en las que reposa ese terciopelo cuyo arcoíris intentas ver brillar silenciosamente. Y, querido texto con nombre y apellidos, me encantaría que fueras un poema, pero has de quedar satisfecho con vislumbrar tales grandezas.
Sofía Piñeiro Díaz. 14 anos. Lugo.