Artides decidió iniciar su camino de peregrinación en Saint Jean hacia Irún. Tomó el camino norte, diferente a la habitual en los peregrinos de la época: el francés. Así, iniciaba su trayecto repleto de majestuosos paisajes, llegando a un lugar con luz especial donde amanecen unos horizontes de inmensa belleza.
En una ocasión, divisó hilos espesos de niebla que se fundían en el paisaje de montes verdes y cobrizos. Allí estaba el lugar, Vilanova de Lourenzá. Se divisaba su hermoso monasterio, protegido por los montes y con una cúpula de nubes. En la época medieval, la dureza del camino exigía valor, serenidad, paciencia y cordura para afrontar cualquier destino que fuera a suceder. Una valentía sin igual para realizar esta hazaña. Artides era conocedor del sacrificio que suponía caminar con ansia para llegar a un destino final.
El Monasterio mostraba su poderío como un lugar de protección y tranquilidad, que atrae a los peregrinos por el entorno que lo rodea. En sus pensamientos en el interior del claustro, no lamentó sus heridas, sus tropiezos surgidos en tan profunda aventura. Era cuestión de espíritu y de creencia en uno mismo. Mientras escuchaba misa en latín, sucumbió a una tranquila nostalgia. El tercer día amaneció y ya tenía las fuerzas suficientes para continuar su andanza, Cum quo leti mereamur y se despidió Ultreia.
Remedios Gallo Fernández. 56 anos. Lourenzá.