La sospecha de Guille se confirmó en cuanto su madre aparcó frente al consultorio: iba a ser un verano de mierda. Desde la entrada del pueblo hasta allí no llegaban a diez las casas que había contado.
El consultorio estaba en un pequeño local al final de la calle principal. En una placa desgastada, junto a la puerta, se leía: Médico de familia, Consejería de Sanidad, Junta de Castilla y León.
El sol caía a plomo sobre el pueblo a esas horas de la mañana. Parecía desierto. En su móvil dos tímidas barras iban y venían. Miró a su madre con incredulidad. «Hay poca cobertura», le dijo ella, mientras buscaba las llaves en el fondo del bolso. Guille formó una visera con sus manos para mirar a su alrededor. Se topó con la curiosa mirada de un anciano sentado a la sombra de su casa. ¡Planazo! se dijo.
Un par de meses antes, a la vuelta del instituto, Guille tiró la mochila sobra la cama y le faltó tiempo para conectarse. Era la final del campeonato del juego de LOL en el que participaba. Todo estaba dispuesto. La camiseta con las iniciales G15 bien visibles. Los auriculares puestos. Posición de juego sentado en su silla de gamer con las piernas a lo indio.
Se disponía ya a saludar al resto de gamers del mundo cuando su madre entró y le espetó «Estas vacaciones las pasarás conmigo». Antes de que Guille pudiera rechistar, ella añadió «Sé lo que vas a decir: que tu padre te prometió llevarte con él; que te vas a morir de asco en ese pueblo perdido en medio de la nada. Ha habido cambio de planes con tu padre. Lo siento».
Guille se puso la camiseta de competición con sus iniciales G15. Había quedado con Totó, su único amigo en el pueblo. Le encontró, como cada tarde, sentado a la sombra de casa; colocó frente a él la mesa con el tablero de ajedrez; dispuso las piezas en la posición en que habían quedado el día anterior y, muy serio, dio la salida: «Mueves tú, Totó». Totó esbozó una especie de sonrisa.
De su boca desdentada se escapó un hilillo de babas que Guille limpió. Sus viejas y temblorosas manos comenzaron a moverse sobre el tablero con sorprendente destreza.
Mª Jesús Martínez Martínez. 60 anos. Oleiros.