23 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.
Quería beber y se cayó al cubo. El agua debía estar fría y no supo o no pudo salir. Temblaba con las plumas pegadas a su pequeño cuerpo. Procuré secarlo sin hacerle daño y lo puse entre unos trapos en un rincón donde le daba el sol. De vez en cuando iba a verlo, se sacudía las plumas y entraba en calor. En una de las visitas, el pájaro había desaparecido. Solo quedaba el improvisado nido. Al año siguiente apareció un pájaro; durante unos días daba unas cuantas vueltas y seguía su vuelo.
Cambié de casa. No tenía patio. Los árboles de la calle rozaban mis ventanas con sus ramas. La primera primavera un pajarillo saltaba entre las ramas del más cercano.
Creo que «nos» miramos. Al año siguiente no volvió.