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La quedada Pokémon no defrauda

javier morás, a. A. A CORUÑA / LA VOZ

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César Quian

Cientos de jugadores se acercaron a la playa de Riazor para participar en la nueva «pokequedada» gallega

12 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Isigano organizó la pokequedada de A Coruña en el arenal de Riazor con la esperanza de que el buen tiempo y la curiosidad por vivir de cerca la quedada del Pokémon Go sirviese como aliciente. Y la cita no defraudó. A pesar de que estaba prevista para las seis de la tarde en el bar Atlántico, fueron muchos los que se acercaron con algunos minutos de antelación. Jóvenes y no tan jóvenes iban llegando de manera escalonada hasta el lugar, algunos ataviados de manera muy adecuada para el encuentro, con camisetas y hasta alguna que otra gorra de la franquicia del videojuego. A medida que se acercaba la hora señalada, empezaban a oírse las primeras búsquedas en voz alta, la primera de ellas la de un kingler que mantuvo en vilo a los presentes. «¡Eh! ¡Que hay por aquí un kingler!», comentaba entusiasmado un grupo de adolescentes, al que al rato siguieron varios más. Aunque tan pronto como vino, la criatura se fue. «Tío, que ya no está», replicaba uno de los jugadores.

Poco a poco, los participantes -con sus baterías portátiles en mano- comenzaron a desperdigarse por los alrededores, al conocer que el gran sorteo se celebraría a las siete y media. Las zonas más próximas al arenal, y gran parte del paseo marítimo, eran un ir y venir de los entrenadores en busca de pokeparadas con cebo, aunque, en muchas ocasiones, el resultado no fue el más satisfactorio. «Llevo aquí sentado cinco minutos y lo único que me aparecen son zubats», se quejaba un jugador sentado en un banco del paseo. La celebración se mantuvo siempre en un ambiente festivo, propiciando que miembros del Equipo Valor, Instinto y Sabiduría pudiesen intercambiar opiniones acerca de los Pokémon atrapados y de sus particulares «aventuras» en la aplicación creada por Niantic.

César Quian

Entre charla y charla, surgía la anécdota. Como la que protagonizó un entrañable bulbasaur que dejó a un joven completamente humillado. «Me apareció enfrente del Playa Club y aún no había capturado ninguno. Empecé a lanzar pokéballs y bayas, pero se resistía. Llevaba ya dos minutos con él y, de repente, se me cerró la aplicación». La carcajada, ante la frustrada captura, es más que natural, incluso en el que la padeció. Y es que lo importante, al fin y al cabo, es pasarlo bien.

César Quian