Así, acentuando la última sílaba, es como corea la afición del Obradoiro el nombre del alero americano, que cada vez saca más partido a sus habilidades físicas
29 nov 2010 . Actualizado a las 02:00 h.«Washington es un jugador que nos da lo que él puede dar. Es un jugador que tiene un estilo y hay que aceptarlo como es, para lo bueno y para lo malo. En ocasiones, esa precipitación puede llevar a alguna pérdida de balón. Y, sin embargo, hay ocasiones en las que esa precipitación nos da puntos, nos da rebotes, defensa, tapones, etcétera. Tampoco soy muy partidario de hacer un análisis diario de cada uno, porque lo que hay que ver es el colectivo de forma global». Así se expresó Moncho Fernández para resumir la actuación de Deron Washington frente al Clínicas Rincón Axarquía.
Fue uno de los mejores partidos del americano, sino el mejor de la temporada. Su conexión con la grada es incuestionable y la cantinela de ¡Derón Washingtón! así lo atestigua. Los aficionados disfrutan con los vuelos del alero, muy celebrados por su vistosidad. Una vistosidad a la que ayer se unión la rentabilidad, porque casi todas sus acciones redundaron claramente en beneficio del colectivo y en favor de la victoria.
El primer triple del Obradoiro, anotado por el Tuky Bulfoni, culminó un ataque de libro que había nacido en un robo de balón de Deron.
Alley hoop
Hacia el final del primer cuarto, Andrés Rodríguez, que ya le ha cogido la matrícula y la manera de conducirse sobre la cancha a su compañero, le envió un pase por encima del aro para que lo certificara con un alley hoop de alta definición, bajando desde el cielo. En el tercer cuarto se repitió la escena. Pero esta vez el cartero fue Tuky Bulfoni y Washington el encargado de ponerle el matasellos, con una espectacularidad todavía mayor.
No se acabó ahí el show del jugador que ha estado más de una vez a un solo paso de hacerse un hueco en los Pistons de Detroit. También dejó para la galería de imágenes uno de sus tapones, elevándose por encima de todos.
En esa suerte, la de los gorros, se dejó ver igualmente Ruffin, pero los suyos tienen otro recorrido, menos plástico y más contundente. La Roca está cada día más fuerte y su trabajo debajo del aro es extraordinario. No solo por la manera de defender a su par por delante, o porque impone su autoridad como si fuese un tanque. Acude a todas las ayudas y sus brazos son como molinetes, bien para tratar de arrebatarle el balón al rival entre las manos o bien para obstaculizar líneas de pase.
Su hábitat natural no está en el ataque, pero ahí también se deja notar en beneficio de los compañeros. Los bloqueos que hace en el poste alto liberan muchísimo espacio.
La afición disfruta, por encima de todo, con el juego colectivo. Se levanta de sus asientos con las apariciones de Washington en el espacio aéreo. Celebra los toques de apalstamiento que le pone Ruffin. Y paladea la finura de Oriol Junyent, que de nuevo recibió una de las mayores ovaciones en reconocimiento a su labor.
El catalán, como comenta César Iglesias en su análisis del partido, se merendó a Sinanovic. E hizo muchísimo daño dentro de la zona. A veces, entrando a canasta desde lejos, porque su repertorio ofensivo es muy variado. Cuando las defensas se cierran sobre él, no se inmuta. Disfruta repartiendo juego.
Arbitraje discutido
Oriol se llevó una de las ovaciones, pero la más aguda y la de más decibelios fue para los árbitros. No como reconocimiento a su labor, sino como reprobación. El técnico visitante, Paco Aurioles, ya lo dejó caer en la rueda de prensa: como sería su actuación que, al descanso, ganando el Obradoiro 42-24, la pitada fue de las de órdago a la grande. Y se repitió a la conclusión del partido.
Otro de los protagonistas destacados del Obradoiro fue el base Andrés Rodríguez, cada día que pasa más dueño del equipo. Manda sin que se note y, cuando hacen falta sus puntos, no se esconde.
Al final del primer cuarto, con el Axarquía tratando de sorprender con una defensa en zona, anotó una canasta de dos casi al límite de la posesión. Y con 80-70, a falta de un minuto para la conclusión del encuentro, repitió la escena, si bien esta vez con un lanzamiento triple desde unos ocho metros. El partido estaba virtualmente atado, pero con ese misil demoledor evitó que se abriese la puerta de los miedos.
Ovación final
El Obradoiro, al final, se llevó otra gran ovación de su parroquia, que volvió a responder a lo grande. Alrededor de 4.000 aficionados en las gradas no dejaron de empujar y de alentar. Y tampoco se desquiciaron cuando el Axarquía amenazaba con remontar. Disfrutaron los jugadores y el público.