«La mejor afición del mundo»

M.G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Bulfoni dedicó el ascenso a los seguidores en un cariñoso acto en la Praza do Obradoiro

05 jun 2011 . Actualizado a las 22:26 h.

El Obradoiro optó por no anticipar acontecimientos festivos. Ni siquiera previó un plan alternativo para el caso de que el equipo sellase el ascenso en Burgos, quizás por aquello de la superstición. El caso es que una vez confirmado el triunfo se puso en marcha la maquinaria del protocolo. Ayer fue el reencuentro con la afición en la plaza que lleva el mismo nombre del equipo, como antesala de la recepción ofrecida por la corporación municipal.

Hoy será el turno para el Gobierno autonómico. Y ya habrá alguna baja entre los jugadores, porque después de una temporada interminable llegan las vacaciones. El primero en irse es Andrés Rodríguez, a primera hora, todavía renqueante del sobreesfuerzo que tuvo que hacer en la recta final del curso. De hecho, tenía previsto enrolarse en algún equipo de Puerto Rico, pero antes se va a tomar un descanso y hará pruebas médicas para determinar hasta qué punto tiene dañada la musculatura.

Sea como fuere, a pesar de las improvisaciones y de que buena parte de la ciudad estaba en la playa o de puente de la ascensión, más de un millar de seguidores arroparon a la plantilla y al cuerpo técnico para tributarles un cariñoso recibimiento después del éxito. Le robaron todo el protagonismo al pelotón de indignados que continúan acampados a los pies del Pazo de Raxoi.

Las consignas fueron las habituales, empezando por el «¡Campeones, Campeones!» y el «¡Qué sí, oé, que somos de ACB!» Entre los jugadores, uno de los más aclamados fue Alberto Corbacho, protagonista destacado en el partido del viernes. Él lo asume con la misma naturalidad con la que cuela balones en la red desde la lejanía: «Es lo que tienen los triples y los mates, dos acciones que gustan mucho a los aficionados». El alero correspondió a todas las muestras de afecto.

Una vez en los balcones de Raxoi, se echaron en falta un micrófono y unos altavoces, aunque esos inconvenientes no impidiesen alguna que otra intervención. No podía faltar la del capitán, Tuky Bulfoni, que se mostró especialmente complacido de poder ofrecer el ascenso «a todos ustedes, que se han comportado como los mejores aficionados del mundo».

Eric Sánchez sacó sus habilidades de animador y, al grito de «¡Que bote Santiago!» consiguió que los seguidores se pusieran a saltar casi al unísono.

La espontaneidad dio paso al protocolo de la recepción municipal. Jugadores, técnicos y una parte del grupo empresarial que gestiona el club (el presidente, Raúl López, excusó a los ausentes por encontrarse de viaje) se mezclaron con los munícipes.

Raúl López se extendió en el turno de agradecimientos y aprovechó para recordar lo difícil que es sacar un proyecto en la ACB. Ya instó al cuadro técnico y al director gerente, Chete Pazo, que fueron contratados para el curso recién terminado, a intentar protagonizar el milagro de los panes y los peces en la confección de un nuevo plantel con el presupuesto que se pueda alcanzar.

Chete, ataviado con la camiseta de la temporada en la que fue jugador de la primera plantilla, con la publicidad de La Onza de Oro, no fue más allá de los agradecimiento, eso sí, muy pormenorizados.

Moncho Fernández tuvo un toque muy americano cuando se refirió a la plantilla: «Ha sido un honor ser vuestro entrenador».

Y Sánchez Bugallo, que apura sus últimos días como alcalde de Compostela, hizo un recorrido por la singular historia del Obradoiro y se mostró convencido de que la ciudad sabrá responder al reto de la ACB, aunque a él ya no le tocará lidiar en ese escenario con el bastón de mando.