Santiago puede perder la batalla de la seguridad. Muchas localidades españolas siempre han mirado con cierta envidia la tranquilidad reinante en Compostela a la hora de residir o regentar negocios. Un comerciante que tiene una tienda en el norte de Madrid le comentaba hace un tiempo a este redactor que la seguridad de Santiago era algo poco habitual en otras zonas, como la suya. A estas alturas quizás ya no opine lo mismo si se ha enterado de la oleada de robos a los establecimientos de la ciudad.
Las estadísticas oficiales narrarán al final del ejercicio cómo les ha ido a los compostelanos, pero el relato seguramente tendrá poco parecido con el de los años anteriores, en que casi todos terminaron comiendo perdices. Este año las han sustraído de algún supermercado. Desde la época en que la banda de Alejo y adláteres amedrentaban a los comerciantes y hosteleros, hace unas décadas, la ciudad vivió una era de relativa tranquilidad.
Pero ya ven, la industria cada vez más sofisticada del robo ha llegado a Compostela para acompañar en sus fechorías a los cacos domésticos multiplicados por la crisis. El alcalde en funciones le comentaba a este cronista a principios de mes que la oleada de robos y butrones tiene detrás una empresa mafiosa bien estructurada, con distintas secciones de trabajo: la que fija objetivos, quizás allá en Madrid; la que ejecuta los saqueos; la que se encarga del almacenamiento y distribución; y la que comercializa el producto. Las ramificaciones del progreso alcanza a los amigos de lo ajeno.
Entretanto, en los comerciantes germinó el nerviosismo, muy contagioso, y el insomnio. Y eso exige respuestas inmediatas y eficaces. La policía tomó nota ya.
El viejo Banco de España
Continúa la interinidad en Raxoi y el alcalde en funciones ha decidido visitar esta semana uno de los proyectos emblemáticos de su mandato: la rehabilitación del viejo Banco de España. Observando el penoso estado de los muros externos, más de uno insinuó que podrían haberse ido al garete, igual que las entrañas del inmueble, sin el más mínimo remordimiento.
A las fachadas les fue perdonada la vida, quizás para contrarrestar la letal filosofía del dictador que las levantó, pero la protección que las ampara es nula. En la visita hubo incluso una pequeña tertulia sobre este asunto y triunfó la tesis de que la ciudadanía ya se ha familiarizado con la pedregosa estética del antiguo banco, justo al pie de la Catedral. Además, demoler los muros, como ironizaba alguien, requiere un modificado y eso lleva tiempo.
Y el retraso ya anda crecido. Va allá un largo trecho desde la fecha prevista de remate del museo. Bugallo no llegó a tiempo de inaugurarlo, pero solo un osado podía creer que iba a llegar. Una obra en el corazón del casco viejo, y del calibre de la que se yergue en las Praterías, suele traer cola temporal. Y ya es larga. Pero cada vez hay más coincidencia en el criterio de que un plazo mal apurado puede dejar graves secuelas. Y no vale la pena, aunque desfilen entretanto varias efemérides catedralicias.
Un último capítulo: el túnel de Conxo. El Senado apremió la ejecución del paso inferior en la polémica rotonda, porque ya es flagrante la trifulca que se genera en este punto tras dejar atrás el subterráneo de Galuresa. Tiene razón el socialista Miguel Fidalgo en que Fomento se dejó ver en Santiago, pero tiene mucha razón también la popular María Jesús Sainz al defender la causa del túnel, porque ahora mismo el periférico tiene una seria carencia en ese punto.
El PSOE quedó en evidencia en el Senado al rechazar la propuesta del PP de activar el proyecto. Adujo que no tocaba. Bugallo se enfadaría bastante si mantuviese el timón del Concello. Estos gestos, como los cuernos sobre una cabeza, los ven los compostelanos.
El gobierno local en funciones colgó en su página web las cuentas de las empresas con capital municipal. Aunque el lenguaje matemático es exacto, traducido al político es un filón de controversias. Lo mejor es que los ciudadanos vean por sí mismos los datos y puedan analizarlos, sin reservas. Por eso es plausible la transparencia al hacer traslúcidos los balances en las pantallas domiciliarias.