
Compostela Aberta cree que va a ser efectiva la remodelación del equipo de gobierno, realizada con el ánimo de hacerlo más equipo y, a poder ser, más gobierno. La muda fue puesta en entredicho por la oposición, en una de esas veces que esta actuó sin fisuras para cuestionar los cambios, como lo haría un poco después para silbar las cuentas del 2016.
En la antepenúltima «Lúa do Vilar» se expresaba que «al cabo del año surgirá una liquidación presupuestaria que medirá la eficacia de la reestructuración del gobierno». Pues bien, la remodelación está en marcha y seguramente encontrará en el camino más escollos que los que quedan en la futura vía verde. Pero al final quien se pondrá al micrófono será míster Balance 2017. Acaba de estar Míster Balance 2016. Es a este al que la oposición silbó desde las bancadas, en algún caso con fondo de vuvuzela.
La liquidación del pasado año no fue precisamente de las más agraciadas en determinados compartimentos contables. Pero al poner el dedo en la llaga uno se tropieza con un dinero que no ha querido salir de las arcas municipales para cubrir serias lagunas en el mapa de la ciudad. Esa llaga se desgarra con la inversión que se ha negado a acudir a los hogares desfavorecidos.
Lo cierto es que cada habitante compostelano se ha echado la mano a su bolsillo público al acabar el año 2016 y se ha encontrado con treinta euros más que deberían estar borrados en el dietario y transformados en obras. A lo mejor su viario o su alumbrado le siguen dando la lata por culpa de este estancamiento del gasto.
Es un trastorno remediable con ágiles mentes políticas y técnicas. El desafío para el 2017 pasa por aupar el cómputo inversor, no al poleiro porque eso hoy es materialmente imposible, pero sí a un palo intermedio. En vez del 22 % (o el 17 % si el dato no se infla con indemnizaciones), pongamos un 32 % de ejecución presupuestaria. La agilidad se gana con estiramientos administrativos.
La oposición pondrá el grito en el cielo ante la sugerencia del 30 %, que interpretará como modesta, pero la historia enseña que más vale unos cuantos pájaros en mano que ciento volando de los planes de obras. Si solo Bugallo traspasó en un ejercicio puntual el 30 % es que hay algún mecanismo obsolescente en el proceso de ejecución de las inversiones.
Exclusión social
En todo caso, y en los tiempos que corren (para muchos se han estancado como un lamedal), es perturbador no invertir en infraestructuras y eventos, y lo es más no ponerle un suelo a los pozos de la miseria domiciliados en la ciudad, no en los censos. El INE lo recoge todo menos la indigencia solemne.
Por ahí tendría que bucear Raxoi sin dejar un céntimo tintineando en la caja, aunque la burocracia le ponga puntos y comas. Hay muchos hogares hundidos. Y hay domicilios opacos, que no enseñan su desnudez económica por pudor. Y con tanta opacidad se corre el riesgo de que aparezca, como en Culleredo, un cadáver momificado con la luz cortada. Una medida zopenca el corte: la empresa suministradora no sabe que los difuntos no llegan al interruptor. «No sea usted macabro» replica una voz en off con acento hertziano. Sí.
El bajo listón inversor del pasado año dejó patente, excepto en obras de mantenimiento, que Raxoi estuvo pisando el freno de forma continuada y no el acelerador. Resulta incomprensible, salvo que Xan Duro estuviese al acecho con el radar. Y no parece probable porque cuatro millones recaudados en multas es ya una cifra bastante curiosa.
Ejecutar un 32 % de inversión hoy por hoy es medra, es elevar el listón. La oposición reclama un 40 % o un 50 %, ahora mismo un hito digno de una multicondecoración como las de Armando Blanco o Fernández de Mesa. Cabe ir con urgencia a una solución efectiva. ¿Por qué no probar, para empezar, con una reorganización amplia y bien ligada de los servicios de Raxoi? ¿Y con un engrase a conciencia de la maquinaria administrativa?
Si tras la remodelación del gobierno el ejercicio del 2017 resulta malogrado o pírrico, el equipo dirigente de Raxoi merecerá recibirlas hasta en el carné de identidad, mirando que no esté caducado. El tiempo hablará.