Ciudades vivas

Susana Luaña Louzao
Susana Luaña EL MIRADOR

SANTIAGO

29 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Le pregunté a un estudiante de Historia por qué un buen día los castros quedaron despoblados, y me respondió que porque dejaron de ser funcionales. Cae de cajón, a lo largo de los siglos hubo importantes asentamientos poblacionales que con el tiempo quedaron desiertos por diferentes motivos: fenómenos naturales, guerras o cambios sociales, medioambientales o económicos. La pregunta viene a cuento porque, viviendo en una ciudad en la que preocupa la progresiva pérdida de población de su casco antiguo, y tras observar lo que ocurre en otras como Toledo, Lisboa o Edimburgo, es lógico reflexionar sobre si las medidas que se toman o se proyectan para evitar esa sangría surtirán efecto o si es imposible luchar contra las tendencias de los movimientos poblacionales. Pero el estudiante de Historia añadió otros apuntes de interés; algunos castros se abandonaron con la llegada del Imperio romano, pero otros siguieron habitados; es más, algunos de los abandonados, se recuperaron en la Edad Media, cuando Roma perdió su hegemonía, y otros nunca dejaron de estar poblados. La toponimia gallega es buena prueba de ello; sobre aquellos antiguos castros sigue habiendo núcleos de población, y ciudades como Lugo nunca dejaron de estar habitadas y sus sucesivos moradores fueron construyendo nuevos asentamientos más funcionales sobre los anteriores. El quid de la cuestión está en adelantarse a las necesidades de las futuras generaciones, que van a ser muy distintas de las que tenían nuestros abuelos. Lo demás, son parques temáticos. En Chernóbil, los turistas pagan cien dólares por adentrarse en la zona radiactiva. Con trajes especiales, eso sí.