La Policía vigila una decena de viviendas okupadas en Santiago

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

xoan a. soler

En la ciudad conviven dos perfiles de okupa: el político y personas sin recursos

15 sep 2020 . Actualizado a las 20:14 h.

La Policía tiene constancia de la existencia de una decena de viviendas okupadas en Santiago. Algunas de ellas quedan libres por temporadas hasta que vuelven a ser usurpadas, por lo que el listado puede variar en cada momento. El que permanece en él desde hace mucho es el que posiblemente sea el caso más antiguo de la ciudad, el de una casa en la calle Rueiro de Figueiriñas, cerca del río Sarela. También se vigilan otros situados en la Rúa de San Pedro, el barrio del Pexigo, en Pelamios, un chalé situado en el límite con Montouto (Teo) y dos casonas antiguas que son bienes histórico-artísticos. Una está en la Algalia de Arriba y la otra en Cruceiro do Gaio.

Precisamente, en estos dos últimos puntos se da lo que policialmente se conoce como okupaciones políticas, que es, junto al habitual de las personas sin recursos y en situación de vulnerabilidad, uno de los perfiles de okupa que se dan en la ciudad.

En estos casos, los okupas justifican su acción en el supuesto derecho a dar uso a viviendas deshabitadas. Por ello, sus acciones no son calladas ni ocultas, todo lo contrario, les dan publicidad colgando pancartas para reivindicarlas. El caso más sangrante fue el de la magnífica casa blasonada situada en el número 11 de la Algalia de Arriba, que fue la sede de la asociación folklórica Cantares e Agarimos.

La casa de la Algalia cuyo desalojo originó graves disturbios volvió a ser usurpada

La casona de la Algalia de Arriba que en su día fue la sede de la agrupación Cantigas e Agarimos fue okupada por primera vez en abril del 2014. El grupo Escarnio e Maldizer lo justificó anunciando que su intención era dedicarla a actividades culturales. Tres años más tarde, en mayo del 2017, fueron expulsados del inmueble por orden judicial y su reacción fue convocar a unos doscientos manifestantes que ocasionaron graves disturbios en la ciudad, con quema de contenedores y enfrentamientos muy violentos con la Policía Nacional.

La vivienda fue tapiada por sus propietarios para evitar nuevas okupaciones, pero el gobierno local, que en aquel entonces era de Compostela Aberta y que apoyó implícitamente a los okupas, obligó a eliminar los cierres alegando que atentaban contra la estética de un edificio protegido. El resultado se vio después, porque en febrero del 2019 Escarnio e Maldizer aprovechó esa falta de protección para volver a usurpar ilegalmente la casa, de la que siguen haciendo uso actualmente.

En el barrio del Pexigo el problema es mayor porque se le suma el del tráfico de drogas

Los mayores problemas provocados por okupas en Santiago se han producido recientemente en el barrio del Pexigo. Allí hubo hasta hace poco dos pisos en los que residían personas de manera ilegal. Uno de ellos fue liberado hace poco, pero el otro sigue activo y da muchos problemas porque sus moradores, que en un principio alquilaron la vivienda para después quedarse en ella pero dejar de pagar las mensualidades, presuntamente se dedican al trapicheo de drogas, lo que provoca no pocas denuncias por parte de los vecinos.

Este caso es el que más alerta mantiene actualmente tanto a la Policía Nacional como a la Local, ya que ambos cuerpos han tenido que intervenir por graves problemas de convivencia provocados por los okupas.

La vivienda que quedó libre hace poco en el Pexigo y que también estaba okupada es un claro ejemplo de la pesadilla a la que se enfrenta cualquier persona a la que le okupan una propiedad por la poca claridad y contundencia de las leyes actuales. «Si la vivienda es propiedad de un banco o una empresa grande, lo normal es que los okupas les exijan dinero o alguna compensación para marcharse y si no la reciben es difícil echarlos. Si es de un particular, al final los tribunales le darán la razón, pero habrá pasado mucho tiempo», explica un mando policial.

En el caso del piso del Pexigo, los propietarios intentaron sin éxito la vía judicial, por lo que hartos de esperar tomaron la iniciativa y presionando al okupa lograron que se marchara. Eso sí, el inmueble, que acababa de ser reformado con la intención de alquilarlo, quedó destrozado, con las paredes pintadas y todas las habitaciones llenas de excrementos de perro.