Hostelería y comercio aseguran que sus beneficios merman pese al bum turístico

Iria Ramos / S. L. SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Sandra Alonso

El aumento de costes y el ahorro de los visitantes mengua sus resultados

05 mar 2023 . Actualizado a las 16:57 h.

El turismo en Santiago ha conseguido este verano volver a las cifras de afluencia del año 2019, el último ejercicio previo a la pandemia. Sin embargo, en pleno debate sobre la subida de precios, hosteleros y comerciantes aseguran que están obteniendo un margen de beneficios mucho menor del que solían cosechar antes de la crisis sanitaria y del que cabría esperar teniendo en cuenta el elevado número de visitantes que está recibiendo la ciudad.

Entre las principales causas de esa merma señalan el aumento de costes de los establecimientos, que han tenido que pagar más para mantenerse en funcionamiento. «Agora pago uns 9.000 ou 12.000 euros máis de luz ao ano», lamenta Jesús Romero, propietario de un bar de tapas cercano a la praza de Cervantes. Romero explica que ha recortado su margen de beneficios para no tocar los precios de la carta y así «non repercutir todo no cliente, porque se non xa non che entra».

La encargada de un restaurante de gama media de la misma zona asevera que «a inflación estanos comendo vivos» y que los precios de las materias primas con las que trabajan están «duplicados e case triplicados». No se refiere siquiera a los alimentos más caros, consistentes o solicitados, como la carne y el pescado, «que cando chega a tempada alta sempre fluctúan», sino al aceite, a la harina o a la sal, «o básico que precisas para facer todo».

Al margen del aumento de costes, hosteleros y comerciantes han notado ciertos cambios en el consumo de los turistas. Ana Sánchez, propietaria de un comercio de la rúa da Caldeirería destinado a eventos sociales, entiende que los beneficios estén siendo menores «porque a xente non ten cartos e non gasta tanto».

Parece que los visitantes, ante la incertidumbre económica de los últimos tiempos, intentan ahorrar en su viaje y priorizan la adquisición de aquello que ven más necesario, en detrimento de muchos caprichos u obsequios. Conchita Varela, dueña de una mercería situada en el corazón del casco histórico, explica que en su tienda entran buscando «un hilo porque se les rompió un botón, ropa interior porque se quedaron sin ella o porque se la olvidaron... lo típico. Pero así de regalo y demás, menos. Menos de lo que había años atrás».

Una de las primeras cosas de las que suele prescindir la gente cuando vienen mal dadas es el ocio. Thor Rodríguez, presidente de la Asociación Hostelería Compostela, que ya alertó en su momento del problema de rentabilidad que atraviesa el sector, percibió este año cómo el Apóstolo, «que siempre ha sido una fiesta de copas», se volvió «una fiesta de cervezas». Los visitantes recortan gastos allí donde pueden.

Bieito Trigo regenta un bar cercano a la Facultade de Historia, en plena zona vieja, que abre de doce del mediodía hasta más allá de la medianoche. «De doce da noite a tres da madrugada, nin de broma é o que era antes da pandemia», lamenta sobre la concurrencia de su local en esa franja.

Lo mismo sucede a la hora de comer. Jaime Antón, encargado de un restaurante con precios que rondan los veinticinco euros y sito en la rúa do Preguntoiro, explica que sus clientes han comenzado a pedir muchos platos para compartir, y que esto «al final no repercute en la factura». Nelson Ruffolo, responsable de sala de un mesón próximo a Porta Faxeira, afirma que, efectivamente, los turistas «gastan menos» y que, por ejemplo, «hay mucha gente que el postre ya no lo pide por ahorrarse algo».

«Agora van reencher as botellas na fonte, o nunca visto» 

En conjunción con el menor volumen de gasto, hosteleros y comerciantes se han percatado de un cambio en la planificación del tipo de viaje que preparan los turistas antes de venir a Santiago. Más excursiones, paseos y comida de supermercado en detrimento de terrazas, banquetes y detalles para la familia.

Natalia Pérez, dependienta de una tienda de recuerdos ubicada en la praza de Cervantes, ve a los turistas «con moitas ganas de saír da casa», pero confirma que sin intención de gastar demasiado. Pérez ha observado cómo acuden, incluso, a rellenar las botellas de agua a la fuente de la plaza durante sus expediciones vespertinas en vez de adquirir más bebida en cualquier bar, algo que sí solían hacer antes.

Marta Rubio, una de las responsables de una conocida tienda de productos típicos que tiene varias sedes en la rúa do Franco, explica que «quien antes se llevaba más cantidad de producto, ahora elige» entre un artículo u otro. Antes, los visitantes solían llevarse de vuelta a casa lo que gustasen, sin mirar demasiado el precio. Ahora, incluso preguntan por aquellos que son de calidad ligeramente inferior, con un precio que acompañe, para obsequiar al resto de la familia.

Los propietarios de otro negocio de venta de suvenires, ubicado en el Toural, cargan contra la política turística que lleva a cabo el Ayuntamiento: «El turismo que tenemos siempre va a ser este». Ellos dicen no tener derecho a queja porque la tendencia del turismo low cost que comienza a experimentar la ciudad no les afecta demasiado, pero entienden que esta situación sí perjudica a los establecimientos más caros y, a la larga, a los beneficios de todo el sector turístico.

Es el caso de los grandes hoteles de Santiago, que no han tenido la ocupación prevista y que ya han subido sus tarifas, entre otras cosas, para mantener el margen de beneficios. La presidenta de la Unión Hotelera Compostela, Luisa Lorenzo, se muestra preocupada por los datos que deja esta temporada, con muchos visitantes y poca ocupación en los establecimientos que son miembros de la entidad que encabeza. Asegura que «nos reuniremos para tratar todo esto en septiembre».