Laura Portela: «Trabajar mucho, y con suerte, me llevó a Monte Pío y a estar con 3 presidentes»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

SANTIAGO

XOÁN A. SOLER

Durante diez años fue la encargada de gestionar el día a día de la casa del presidente, trabajo al que llegó tras una intensa vida en la hostelería: «En el Bufón de Oro serví a Camilo José Cela o a Amancio Ortega»

22 feb 2023 . Actualizado a las 10:48 h.

En pleno debate sobre qué hacer con Monte Pío, la residencia del presidente de la Xunta que suma años con un uso limitado, Laura Portela, la santiaguesa que llevó su día a día durante más de una década, accede a revivir su experiencia. «El único mérito que puedo tener es haber ayudado a armarlo», evoca a sus 75 años, restándose méritos. «Sin buscarlo ni haberme pronunciado nunca políticamente, una cosa me llevó a otra», reflexiona.

Hija de Juan Portela Seijo, pionero de la ingeniería electrónica y acústica, su infancia transcurre entre radios, que él fabricaba. «De joven trabajé aquí en la tienda de mi padre. Aprendí a montar un negocio. Eso me sirvió años después cuando, tras haberme instalado en A Coruña, me separé y quise salir adelante sola. Tengo dos hijas», apunta ante una dificultad de la que se rehízo con la cocina. «Siempre se me dio bien. Abrí allí un restaurante, de comida de temporada, que se llenó, pero me pesaba la falta de apoyo familiar y, en 1986, volví a Santiago. Se traspasaba en la República Arxentina el restaurante El Bufón de Oro y lo cogí, poniéndolo a mi xeito. Mucha gente aún me conoce como Laura, la del Bufón», encadena risueña admitiendo que el local, con platos como brochetas de rape rellenas, cogió fama entre su clientela. «Allí serví a Camilo José Cela o a Amancio Ortega. También, a muchos políticos, y de primera línea nacional, algo que se explica porque cerca estaba la sede del actual PP y el Parlamento. Se vivieron noches intensas, como durante una moción de censura. Antes, sin móviles, las llamadas de teléfono se tenían que hacer desde el restaurante», constata.

«Tras diez años, necesitaba un ritmo más relajado. Lo dejé y cogí Catering Almirez, en Doutor Teixeiro. Mis hijas, que siempre me animaron, me instaron a vender allí más comida preparada», destaca, rescatando apuestas como un pastel de pan bimbo y cangrejo. «Nos coincidió el momento de expansión por el Xacobeo y cubrimos eventos destacados, con la Xunta o la universidad», resalta, recordando la inauguración del CGAC, con 700 personas, una reunión de ministros europeos de exteriores o la noche del cambio de siglo, con el Gobierno gallego de guardia y ella gestionando la cena. «Los políticos, que ya me conocían, me pedían que atendiese otras citas, despachos. Fui aprendiendo. No olvido una recepción en Raxoi en la que Felipe González me pidió un zumo, con la mala suerte que al servirle cayó una mosca dentro. Él lo tomó con gracia», rememora sonriendo. «Yo tenía nervios, pero todo salía bien», continúa, enlazando ya con Monte Pío.

«Un conselleiro, gran cliente, me pidió si podía ayudar a ponerlo en marcha, gestionando el mobiliario de cocina o el menaje. Sobre el 2001 me ofrecieron ser ya su encargada, como un ama de llaves especial. Me sorprendió que pensaran en mí, me dio respeto, pero acepté. Llevé la mudanza de Fraga y me quedé con tres presidentes. Trabajar mucho, y haber tenido suerte en mi vida, me llevó hasta allí», analiza con timidez.

Desde el 2001, y hasta su jubilación, hace diez años, fue la encargada en Monte Pío. Niega que la política le tentase:  «Yo tampoco serviría. Soy tímida, aunque en el restaurante El Bufón de Oro y en Catering Almirez disfruté  del trato con la gente. Esa cercanía creo que se valoró»
Desde el 2001, y hasta su jubilación, hace diez años, fue la encargada en Monte Pío. Niega que la política le tentase: «Yo tampoco serviría. Soy tímida, aunque en el restaurante El Bufón de Oro y en Catering Almirez disfruté del trato con la gente. Esa cercanía creo que se valoró» XOAN A. SOLER

Ya sobre el complejo, comparte su impresión. «La vivienda, aunque no tenga la calidez de un hogar, sorprende. Está bien distribuida, es cómoda y favorece la independencia a los que viven allí. Touriño, por la tarde, no quería personal. Creo que tanto él como Feijoo le quitaron jugo, disfrutando de estancias como los salones. Yo sí veo necesaria una casa presidencial; facilita la seguridad», defiende. «Hay un túnel del que se decía que se hizo por si había un terremoto. Nada de eso. Era para comunicar la parte familiar, que yo llevaba directamente, de la institucional, que gestionaba por agenda. Ambas están separadas. Esta última zona se inauguró antes del Prestige. Fraga me dijo si se la explicaba. Afirmó: "No la voy a usar, pero le pido que se mantenga así de impecable para el próximo presidente"», señala. «Aunque por edad fui más cercana a Touriño, mi recuerdo de los tres es muy bueno. Feijoo, en la distancia corta, es cercano», aclara con respeto, sin olvidar anécdotas. «Los capones que le enviaban a Fraga había que pasarlos por el escáner», desliza riendo.

«Conocí a mucha gente, como a los reyes. Me acuerdo que Letizia alababa mucho la comida de puchero porque decía que le recordaba a Asturias. A ella le había sorprendido la obra de Monte Pío, también por las vistas», asegura.

«Mi vida fue rica, también entre fogones. Aunque en la última etapa ya no cocinaba tanto, algo con lo que aún disfruto ahora, ya jubilada, Feijoo sí me tiene pedido los calamares que comía en El Bufón», termina agradecida.