La huella de Río Barja en Magisterio

cristóbal ramírez

SANTIAGO

Imagen del Burgo das Nacións en 1965 cedida por Pablo Tomé. Forma parte de su documental «Historias dunha Cidade»
Imagen del Burgo das Nacións en 1965 cedida por Pablo Tomé. Forma parte de su documental «Historias dunha Cidade» Archivo Familia de Julio Cano

Sucesor de Otero Pedrayo en el estudio de geografía, se arriesgó dando clases sobre Galicia y se expuso a una sanción

15 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Magisterio estaba a principios de los años 70 en un edificio histórico imponente que, de una manera incluso injusta, siguen ocultando la catedral, el Hostal dos Reis Católicos y el palacio de Raxoi. Porque las clases se impartían en el palacio de San Xerome, hoy rectorado, con ventanas que no cerraban bien y unas aulas no viejas en el buen sentido sino avejentadas en el no tan buen sentido. La directora era doña Manuela, una profesora de Lengua (española, claro, la gallega no había ni que mencionarla), una persona humana y muy sensata, de hablar bajo y pausado, y cuya puerta siempre estaba abierta para los alumnos. Las asignaturas «hueso» eran Pedagogía y Psicología, esta última impartida por una profesora miembro de una organización católica religiosa con fama de integrista, que no era tampoco mala persona aunque su gran falta de experiencia la lastraba.

Los dos profesores más queridos enseñaban Historia y Geografía. La primera corría a cargo de un hombre joven que acabó residiendo en Montero Ríos y tuvo la osadía de encargar trabajos a los alumnos en momentos en que las clases eran un chorreo de palabras, tomar apuntes y hasta otra. Fue aquello una pequeña revolución que dejó desorientados a los futuros docentes —algunos protestaron tímidamente— puesto que nadie encargaba ni hacía trabajos en aquellos tiempos.

Y Geografía era responsabilidad del gran Francisco Javier Río Barja, un ejemplo de humanidad y un pozo de saber, sucesor de Otero Pedrayo. Río Barja, hombre discreto y con un conocimiento descomunal (su entrada en la Wikipedia es la mejor recomendación para enterarse por encima de su ingente obra, de la que jamás presumió), se atrevió a impartir varias lecciones sobre geografía de Galicia, algo que entonces pudo haberle acarreado serios problemas con las autoridades de la dictadura.

Pero el curso 1972-73 ya no se impartió en la plaza del Obradoiro, sino en el desaparecido Burgo de las Naciones, medio desvencijado y que convertía a San Xerome en un lujo. Los barracones en absoluto estaban preparados para acoger a tanto estudiante, y aquello provocó malestar. Como también es cierto que el nivel de politización de Magisterio se hallaba bajo mínimos —solo había un simpatizante del Partido Comunista y un trotskista de la extinta Liga Comunista Revolucionaria—, la cosa no pasó de ahí.

Eso sí, la media de las notas finales, junto con las de la reválida que entonces existía, se exponían en el tablón de anuncios para sorpresa, alegría o ira. Y es que los mejores, sin más de dos suspensos, entraban directamente en el cuerpo y de facto pasaban a ser funcionarios para toda la vida. Y ahí sí que existieron manejos que, medio siglo después, al menos hay que decir que eran poco claros y, quizás, en absoluto explicables desde el punto de vista ético.