Ellos cambiaron la hostelería por las abejas y ya tienen una tienda propia donde vender su miel en Compostela

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

María del Carmen Zas está de cara al público en el negocio familiar abierto en San Pedro.
María del Carmen Zas está de cara al público en el negocio familiar abierto en San Pedro. Sandra Alonso

Detrás de Abella Carmela, en la rúa Cruz de San Pedro, está una familia apicultora de Boqueixón

22 nov 2023 . Actualizado a las 18:45 h.

Lo que comenzó siendo un simple pasatiempo, acabó convirtiéndose en el medio de vida para un matrimonio de santiagueses que hace años se fue a Boqueixón para estar más en contacto con la naturaleza. Ellos llevaban toda una vida en la hostelería, cuenta María del Carmen Zas, pero acabaron cambiando la barra por las abejas. «Empezamos hace unos siete años, por afición. A mi marido, Jose, le gustaba este mundo y un amigo le regaló una colmena», relata. De esos panales, obtuvieron su primera miel multifloral. Ahora tienen unas 200 colmenas repartidas entre el lugar de Lamas (Boqueixón) y en montes de Xirimbao (A Estrada) y A Barcala, a parte de en un terreno compartido en Xinzo de Limia (Ourense). Además de la variedad multifloral, producen miel de eucalipto que sacan en dos estaciones, por abril y septiembre. Circunstancias de la vida les obligaron a reinventarse de este modo «para sobrevivir» y su última apuesta ha sido abrir una tienda propia en la capital gallega donde venden sus mieles.

Se llama Abella Carmela, en la rúa Cruz de San Pedro, y lleva cerca de un año y medio allí. El nombre del establecimiento hace un guiño en clave gallega a Mari Carmen, quien está en el día a día de cara al público. El producto estrella es, por supuesto, el suyo (bajo dos marcas: miel Abella Carmela y Pinga Melada), junto con otros productos gourmet, desde pastas y hojaldres de León a chocolates belgas, conservas artesanas, licores Mejuto de Melide, vinos, pan, legumbres de la huerta del Fresno...

Como apicultores, esta familia distribuía hasta ahora su miel —obtenida sin estación mecánica ni otra maquinaria que no sean sus manos— a través de establecimientos de terceros en Santiago, Ordes o A Coruña (además de los pedidos que mandan a Madrid, Lugo, Córdoba u otros muchos lugares); pero, desde que están en el último tramo del Camino Francés, admiten que su producto ha traspasado más fronteras que nunca. «El cliente que pasa por aquí, después se hace amigo», destacan orgullosos. «En esta época, con los catarros y dolores de garganta, sube la demanda de miel, aunque aquí la vendemos durante todo el año. Mucha gente la compra como sustitutivo del azúcar. Y, si cristaliza, la miel pura cruda tiene muchísimos beneficios», indica Mari Carmen, quien conoce de cerca el esfuerzo que hay detrás de cada tarro.

Sus grandes enemigos son el invierno, la velutina y la varroa. La producción se ha encarecido en los últimos tiempos, especialmente para plantar cara a las avispas asiáticas. Para combatirlas, ellos utilizan arpas eléctricas que recubren las colmenas que funcionan con placa solar y batería, lo que ha supuesto una considerable inversión. Además, en los períodos en los que las lluvias no dan tregua alimentan a sus abejas, hasta que empieza la floración, lo que también es un gasto extra necesario para que salgan adelante las crías. Sin mencionar, claro está, las picaduras, de las que no se libran por mucho que se las ingenien para conseguir el dulce fruto del néctar. Recuerda Mari Carmen una ocasión en la que a su marido le picó una abeja en la frente y se le hinchó tanto la frente que no lo reconocían en la cervecería que frecuenta.

 Atrás han quedado sus años en Casa Pérez y D'Brami (donde hoy está el Santiago Kyoto) para esta familia, que reivindica el apoyo al apicultor: «Si mueren las abejas, la mitad de los alimentos no van a existir. Es una especie a la que le tenemos mucha ternura y es increíble la capacidad que tienen las abejas para organizarse. Seríamos una sociedad mejor si nos pareciéramos más a ellas. Además, es un insecto que lo hace todo a oscuras, dentro de las perforaciones de los panales».

Explican que escogieron el barrio de San Pedro porque consideraban que era un emplazamiento estratégico, frente a una plaza bonita, y la propietaria del local -que lo tenía cerrado desde hacía años- quiso también apostar por el tipo de negocio que ellos estaban decididos a abrir.