La primavera asoma en el Pazo do Faramello con la floración de los ciruelos japoneses

Uxía López Rodríguez
Uxía López ROIS / LA VOZ

SANTIAGO

Paco Rodríguez

El denominado sakura gallego, en Rois, recibe la visita de cientos de personas

02 mar 2025 . Actualizado a las 07:59 h.

La primavera asoma en el Pazo do Faramello, en Rois, con la floración de los ciruelos japoneses, todo un atractivo para visitar el monumento del siglo XVIII y su entorno natural junto al río Tinto. El conocido como sakura gallego, nombre que hace alusión a la floración de los ciruelos en Japón, comenzó hace unos pocos días y su duración es efímera, unas dos semanas, tal y como explica Gonzalo Rivero de Aguilar, uno de los herederos del pazo y guía de las visitas que se celebran dos veces por día.

PACO RODRÍGUEZ

La floración de lo ciruelos japoneses es uno de los momentos más esperados por los visitantes, por su belleza y vistosidad, y este año se adelantó unos diez días, cuenta Gonzalo Rivero.

Los árboles están en la parte central de una terraza frente al edificio del pazo, junto a arces. La belleza de su floración es mayor, incluso, apreciada desde otros puntos del recinto, señala el guía, quien también es el guardián de un legado natural y patrimonial que el año pasado entró en la Ruta de la Camelia, flor que también atrae a numerosos visitantes, una vez que el recinto cuenta con unas 300 especies.

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Algunas de ellas son de las menos comunes, plantadas tras hablar con la Estación Fitopatolóxica do Areeiro en la última zona que acaba de recuperar el pazo y que se convertirá en otro paseo de la camelia. Con esta flor en su esplendor y con la floración de los ciruelos japoneses, la primavera llenará el pazo de color con el brote de otras especies como melocotoneros, cerezos, magnolios, cercis o rododendros. También plantas con flores, como tulipanes, narcisos, rosas, dalias y azaleas, de modo que, hasta el verano, los jardines del pazo son «unha delicia para a vista», dice el guía. Así, el de O Faramello es, sin duda, el pazo de los sentidos: la vista y el olfato para la belleza del lugar y su variedad de árboles, arbustos, plantas y flores; el oído para el sonido del agua del río Tinto; el tacto para los flores o la piedra centenaria; y el gusto, aunque no literal, para los que aprecian y saborean los espacios naturales y monumentales con historia.