Ramón Diez: «Veo Santiago desde los tejados desde hace 45 años y fotografié sus cambios»

SANTIAGO
Al compostelano, hijo del fundador del emblemático negocio Radio Diez, muchos le memorizan en el móvil como «Ramón, antenas», al instalarlas en muchas casas desde 1980. En los últimos años ganó también popularidad con la cuenta de Instagram «Santiago vello», llena de fotos históricas que también le pasan los vecinos
09 mar 2025 . Actualizado a las 21:31 h.Ramón Diez admite que pese a que su apellido es popular en Santiago por la larga trayectoria del negocio que fundó su padre, a él no se le identifica así. «En los teléfonos la gente me graba como ‘Ramón, antenas'; y es que las instalo desde que tenía 17 años...», señala riendo a sus 62. «Mi padre, Fernando Diez, compatibilizaba su trabajo en Televés con su tienda, Radio Diez, que abrió en 1941 en la Rúa do Vilar y que, con los años, trasladó a la avenida Rosalía de Castro, donde hoy sigue, como Diez Telecomunicaciones y con mi hijo Álvaro al frente», explica. «El negocio partió de las radios y evolucionó a más sectores, como el de la instalación de antenas, que creció con la popularización de la televisión. En la tienda no atendí tras el mostrador. Lo mío era estar fuera, ser un técnico todoterreno o, como digo yo, un antenero», resalta.

Su niñez la recuerda en A Quintana, donde jugaba, y en el Ensanche, donde vivió. «Siendo joven puse una antena en el Hotel Compostela. Cuando la señal se estabilizó hubo decepción, al verse en pantalla solo una semicorchea. Nacía La 2 con música», evoca, entre más anécdotas. «Si instalabas una antena en una casa de una aldea era curioso asistir a cómo todos los vecinos se congregaban allí para ver la tele... Con las primeras parabólicas había quien nos pedía ponerlas elevadas al ser un signo de estatus», enlaza. «Desde los 90 nos expandimos. Hicimos el cableado de R y fuimos sus instaladores. Ahí teníamos más de 60 trabajadores y una nave en el polígono. Con una sola antena cubrimos las telecomunicaciones de 650 viviendas y 140 locales de Área Central», rememora con entusiasmo. «Años después, la construcción de edificios altos en Santiago tapó la señal de casas pequeñas, como las del barrio de Cornes, en Conxo. Lograr recuperarla con una antena y ver la satisfacción en la gente, me llenó», confiesa. «En mis vacaciones recorría las grandes ferias europeas de las telecomunicaciones. Alucinaba con las novedades y las traía. Me apasiono con todo», demuestra.
«Aunque a mi edad ya me pesa subir a los tejados, llevo 45 años viendo un Santiago no accesible a muchos. Por ello, y como siempre me gustó también la fotografía, me propuse retratar lo que veía, recogiendo la transformación de la ciudad. Creé el blog ‘El antenista de la Catedral' en el que publicaba fotos hechas desde tejados, instando a adivinar dónde me encontraba. He tenido tanto la oportunidad de fotografiar en altura el cambio de la campana de la Berenguela de la Catedral como el lujo de subir al tejado de la Casa do Cabido, en Praterías, la más estrecha. Ni me podía acercar al borde, pero recompensó... Nunca me pasó nada», relata.
«Ese blog lo transformé en los últimos años en la cuenta de Instagram ‘Tellados de Compostela'. De forma paralela, y en un inicio para almacenar las fotos antiguas de la ciudad que tenía, creé otra, de publicación diaria, a la que llamé ‘Santiago vello', por ser también esto bello. De alguna forma compensaba así la fealdad de las antenas que puse», bromea. «Me asombró su repercusión. Vecinos, también desconocidos, me empezaron a hacer llegar imágenes, tanto de personajes históricos como de negocios emblemáticos. Manolo, el de los helados, me pasó una imagen suya antigua en Porta Faxeira... La gente agradece el lenguaje desenfadado de mis textos. Intento, sobre todo con los poderes, meterle retranca», apunta sobre una cuenta que suma más de 1.200 imágenes.
«Compartí ahora una foto, de 1912, de una casa de piedra encalada que, desde hace meses, no situaba. Encontrarla en la rúa Algalia de Arriba fue un subidón... Para mí ese es el mayor valor: buscar y rebuscar. En mi tiempo libre paseo y hablo con los mayores. Dos imágenes que aún no logré, pero tengo en mente, son la de los antiguos Almacenes Feylo, en O Hórreo, el primer centro comercial de Santiago, con unas escaleras mecánicas a las que íbamos en el recreo los alumnos de Peleteiro, y otra que no sé si soñé. Yo recuerdo que aquí había taxis negros con una raya verde, pero nadie me lo confirma...», continúa.
«Hace poco abrí otra cuenta sobre las marcas de propiedad de Compostela. Me voy fijando mucho por las calles», confirma, mirando hacia lo alto. «Mi hijo pequeño empezará pronto en los tejados», avanza.