Las relaciones entre el gobierno compostelano y la Xunta de Galicia han enfilado un mal camino que me resisto a pensar que no tiene vuelta atrás. Muy malo sería para la ciudad y para su gobierno, también para la propia Xunta en su relación con la capital, que no lo tuviese. No, ese no es el camino. Después de la carta abierta a la ciudadanía para quejarse muy amargamente del trato que da Alfonso Rueda a la ciudad, ¿qué le queda a Goretti Sanmartín? ¿Convocar a sus vecinos a una manifa delante de San Caetano? Le irían los de siempre, los que enarbolan la bandera de la estrella con la misma rutina de esos innumerables griteríos que recorren la ciudad a lo largo del año, y seguro que la mayor parte de ellos no son vecinos de Compostela. Goretti no quiso prender una guerra localista, sin duda, pero el contexto comparativo de las ayudas de la Xunta a Ferrol no le favorece. Esa ciudad tan maltratada por la historia contemporánea necesita mucho más. ¿Hemos olvidado cómo las administraciones se volcaron con Santiago a finales de los 80, principios de los 90, cuando su casco histórico, igual que ahora Ferrol Vello, se caía a cachos? La alcaldesa tiene argumentos para reclamar a la Xunta mejor trato institucional y más implicación con la ciudad. Pero para eso está la insistencia en el diálogo, no el victimismo ni el crac entre administraciones. Cuando las diferencias se hacen públicas con tanta acritud, es difícil la vuelta atrás. Pero es lo que conviene a la ciudad. Las dos alas (Concello y Xunta) del Pazo de Raxoi tienen, en ese mismo edificio que comparten, monumentales lecciones del pasado, cuando se dialogaba buscando consensos, y las diferencias hasta llegar a los acuerdos se quedaban dentro de los salones de la negociación. Pura diplomacia, que ahora ha volado por los aires. Para nada interesa entrar en una espiral de crispación institucional, como se demostró ayer mismo en la inauguración de un tramo de la senda que construye la Xunta por iniciativa del concejal popular Borja Verea, sin presencia del gobierno local. Compostela se construye con la imprescindible causa común de todas las administraciones, y no es un territorio a conquistar por ninguna de ellas. Rectifiquen. No podemos estar así hasta las próximas elecciones, o más.