«Nos pilló 'a puntico' de pedir el pulpo pero al final comimos en la caravana»
SANTIAGO

«Estamos esperando que los clientes de una mesa vengan a pagar»
30 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Nuestro refranero recoge la frase de que la inspiración debe pillarte trabajando, pero si esta misma filosofía se aplica a la mejor forma de afrontar un apagón, una buena respuesta es que lo sufras turisteando por Santiago. Eso sí, con el único problema de que no puedas ponerte en contacto con la familia para decir y escuchar que está todo bien. «Hasta esta mañana no pude hablar con mis hijos», relataba ayer, ya relajada, Maribel Cubé, que estos días disfruta de Compostela con su marido, Manuel Becerra, procedentes de La Línea.
Superado el susto, poco antes de las dos de la tarde buscaban la sucursal de una entidad bancaria, puede que para sacar dinero y así quitarse la espinita de comer lo que realmente les apetecía. «El apagón nos pilló a la hora del pulpo cuando estábamos ‘a puntico’ de pedirlo, pero al final no hubo pulpo ‘ni ná’. Y menos mal que teníamos reservas, porque al final acabamos comiéndolas en la caravana», relataba Manuel con absoluta resignación andaluza, sobre todo porque ambos reconocían que enseguida cumplirían este deseo pendiente.
Su testimonio constata que la hostelería fue uno de los sectores que más intensamente vivió el apagón del lunes, aunque muchos locales suelen descansar ese día. Una de las estampas que pasará a la historia de Santiago es la de la rúa da Raíña con la única iluminación de las velas que alumbraban las mesas de unos comensales que a buen seguro se llevarán un recuerdo imborrable de esta experiencia. También para los trabajadores de los restaurantes que tiraron de tablas e ingenio para atenderlos. Jesús Gómez fue uno de ellos. Empleado de La Charra, definió su jornada laboral del lunes como «un poco ruda», pero enseguida matizó que «no hay nada que no se pueda superar en la vida», sobre todo porque, a medida que iban pasando las horas, «la gente se adaptó a la situación y como ya que no podíamos servir bebidas frías pedían otras cosas».
A escasos metros, en la praza de Fonseca, La Piccola Italia también trabajó toda la jornada. Evelio León Ortega, uno de sus camareros, recuerda perfectamente el momento del apagón: «Salieron todos los cocineros a la calle para ver qué pasaba y, como al principio funcionaba Internet, nos dimos cuenta que era general». En su caso les pilló con clientes extranjeros que ya habían pedido, no tenían efectivo y no dominaban el idioma. «Fue un poco estresante», aunque la comprensión fue la norma, aunque hasta tuvieron clientes «que nos dijeron que querían café». Y también hubo quien no tenía efectivo y no pudo pagar «y estamos esperando ver si vienen hoy».

El apagón se vivió de muy distinta forma en el resto del comercio, con preocupaciones como no poder bajar las persianas con sistema eléctrico o que alguna alarma no funcionase, «aunque al final no pasó nada». En otros casos, por el tipo de edificio, las persianas no están autorizadas por lo que los cristales blindados garantizaron la seguridad.
Sin más preocupación que cualquier otro día vivieron el apagón en el histórico negocio Augusto Otero Pratería, precisamente en Praterías: «Fuimos vendiendo y cobrando en efectivo sin problema», reconocieron sin sensación alguna de inseguridad. Y si algunos locales vivieron la experiencia de forma muy intensa fueron las panaderías, que como Mollete se quedaron sin existencias el lunes y ayer arrancaron algo más tarde.

«Tranquilidad absoluta» en la Praza de Abastos durante el lunes y también ayer
El apagón no pasó de mera anécdota para la Praza de Abastos durante el lunes y el martes, según reconoce su gerente, Marta Rey, porque las lonjas tienen sus propios generadores para garantizar que el pescado llegue del puerto a la plaza en perfecto estado.
También porque los mataderos que nutren de carne al mercado compostelano trabajaron con normalidad, salvo el de Melide, que no estuvo operativo durante toda la noche, pero esto apenas alteró el trabajo en la plaza, cuya clientela, destaca también Marta Rey, responde a un perfil en el que en gran medida paga sus compras en efectivo.
«Si esto hubiese pasado un sábado, sí que sería un problema, pero tuvimos tranquilidad absoluta», resume Rey.