
María del Carmen Rubines aloja en una casa de Padrón a dos jóvenes de Mali tras contactar con una oenegé
01 jun 2025 . Actualizado a las 21:28 h.Este es el relato sobre la otra cara del alquiler, de modo que el protagonismo no es para quien busca vivienda, sino para quien la ofrece y además, a unos inquilinos muy concretos: los trabajadores migrantes que se están incorporando al mercado laboral y que, por ingresos, tienen que abandonar el centro de acogida. La historia se sitúa en Padrón, un lugar especialmente difícil para encontrar vivienda en alquiler, por la poca oferta en si pero también por el tirón turístico.
La protagonista del relato es María del Carmen Rubines, vecina de Vista Alegre de 51 años, quien hace un mes se puso en contacto con la oenegé Rescate, que gestiona el centro de acogida de personas migrantes de Cruces, para ofrecer en alquiler un piso anexo a su vivienda habitual.
A los pocos días de hacerlo ya entraron los inquilinos, dos trabajadores migrantes originarios de Mali y que antes residían en un piso turístico. La experiencia de esta vecina con la práctica del alquiler es muy reciente, apenas unos siete meses, animada por unos amigos para que le diera uso a un espacio libre anexo a su casa que, por cierto, antiguamente fue un bar, el Rubines. Tras reformar por completo el piso anexo, su primer inquilino fue una familia con niños.
No obstante, conocedora de las dificultades para encontrar una vivienda en Padrón y animada también por unos amigos que tienen trabajadores migrantes alquilados en sus pisos, decidió ofrecer el suyo cuando quedó vacío, para lo que se desplazo al centro de acogida de Cruces. «Xa aos que son de aquí lles custa atopar vivenda, para canto máis aos que veñen de fóra. Penso que todos fomos emigrantes, entre eles meus tíos, e penso que necesitan unha segunda oportunidade na vida, sexa onde sexa», asegura la vecina.
Con ofertas de uso turístico
En su caso, decidió ofrecer el piso para alquiler tradicional, y además para el colectivo de trabajadores migrantes, pese a que tuvo ofertas para uso turístico, que rechazó a pesar de que están aflorando muchas viviendas de ese tipo en la comarca. «Non, non», contesta rápidamente, antes de añadir que «eu non quero esa opción porque hai xente, incluso matrimonios con nenos, buscando unha vivenda e non teñen, cando buscan algo para aforrar e poder empezar unha vida e non, non quería que fose para o turismo», incide la titular de la vivienda, que anima a otros propietarios a optar por el mismo camino.
El contrato de alquiler es de un año, prorrogable tal y como indica la ley. «Pola miña parte, van estar o tempo que eles queiran», afirma María del Carmen Rubines, quien señala que no coincide mucho con sus inquilinos porque, como ella, trabajan a turnos.
Para los trabajadores migrantes, el piso está bien ubicado, cerca del centro de Padrón, desde donde pueden ir con otros compañeros de trabajo hasta la empresa en la que están empleados.
Al poco de entrar en el piso, hace algo más de quince días, la propietaria cuenta que se encontró limpio de hierbas un pequeño jardín situado junto a la entrada de la vivienda. Ella, el mismo día que llegaron los trabajadores, les regaló huevos de las gallinas que tiene en la huerta, a la que da el piso.
Desde que tiene la vivienda ocupada ya la volvieron a llamar para saber si estaba alquilada. A María del Carmen Rubines se la ve muy satisfecha con su decisión de optar por el alquiler tradicional y, en concreto, para alojar a trabajadores migrantes.