Mónica Pérez, experta en salud pública: «Para que disminuya el consumo de tabaco necesitamos que sea más caro»
SANTIAGO
La profesora de Medicina Preventiva de la USC critica la falta de ambición política para reducir el tabaquismo en los últimos 20 años
28 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Mónica Pérez Ríos (A Coruña, 1974) fue fumadora. «Me costó mucho dejarlo, el tabaco es una adición», admite la profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública de la USC. Con vínculos en las universidades de Harvard y Brown, coordinó un monográfico que analiza la evolución tabaquismo en España en los últimos 20 años. Dos décadas, en las que cree que podía haberse avanzado más rápido. Mucho más.
—¿Qué realidad vive el tabaco a día de hoy en España?
—En el 2005 se aprobó la ley de control del tabaquismo, que supuso un hito importantísimo para la salud pública de España. Con la modificación del 2010 se endureció el control en espacios de ocio, que se vio como algo muy restrictivo, aunque era una medida de protección para la salud de los trabajadores. El Gobierno pone ahora encima de la mesa un anteproyecto para modificar la ley del 2005. Se esperaba que fuese un avance, pero no es el paso que desde la comunidad científica esperábamos. Se han dejado de lado las subidas de impuestos. Se habla de la prohibición en las terrazas, pero no se protege a la población en las playas y en parques. Desde el año 1987, la prevalencia del consumo está en descenso. Con la ley del 2005 se esperaba que se acelerase, pero no se ha observado. Lo que sí disminuyó, y de una forma muy importante, fue la exposición de la población al humo, y más desde el 2010. En los últimos años se observa un ligero repunte, que de hecho ya se percibe en encuestas autonómicas.
—¿Qué ocurre en el caso gallego?
—La prevalencia del consumo disminuye, igual que en España. Con los datos de la última encuesta nacional, se sitúa dos puntos por debajo de las cifras nacionales. Después de la implantación de la ley del 2005, la prevalencia de la exposición al tabaco estaba en torno al 90 % de la población de 16 a 74 años. A partir de ahí se nota un descenso muy acusado, especialmente después del 2010. Ahora se nota que está estabilizada, por lo que se necesitan medidas legislativas que potencien ese descenso del consumo y de la exposición.
—¿Debe tender a cero?
—La exposición en espacios públicos, sí. En el consumo es complejo. Sabemos que nunca va a llegar a cero, pero debe seguir disminuyendo y colocarse en el número más bajo posible.
—¿En qué cifras estamos?
—En Galicia, la prevalencia del consumo diario está en el 17 %. Si se suma el ocasional puede estar en torno al 20 %, en la población de 16 años o más.
—A pesar de las leyes, se entró en un estado de meseta. ¿A qué lo achaca?
—Las leyes llegan un momento en que se agotan. Se necesita estar siempre legislando y atento a los cambios. En los últimos 20 años cambiaron muchas cosas. Estuvimos inmersos en dos crisis, aparecieron nuevas formas de consumo… La sociedad cambia y las autoridades sanitarias deben estar vigilantes.
—Habla de prohibir el tabaco en playas y parques. ¿Cree que los políticos no lo llevan a cabo por su impopularidad?
—No sabría decirte por qué no se hace. Creo que saben que estas medidas son las que nos llevan a disminuir la prevalencia en el consumo. Para nosotros es difícil de entender. La desnormalización del consumo es importante: si retiras el tabaco de determinados ámbitos, lo que haces es apoyar a otras medidas. Haces que la gente no vea que otras personas consumen y, por lo tanto, no incitas el consumo. ¿Por qué no se suben los impuestos? Para que disminuya el consumo de tabaco necesitamos que sea más caro. No lo decimos nosotros, sino la OMS, que afirma que un aumento del 10 % del precio puede arrastrar descensos del 2 al 3 %. Es una barbaridad. Hay que preguntarle al Ministerio de Hacienda por qué no lo hace.
—Hay un negocio detrás.
—La Constitución dice que el Estado tiene que ser el garante de la salud de la población. No podemos estar sometidos a los intereses económicos de una serie de empresas.
—¿Qué le diría a un fumador que se siente perseguido?
—La ley, tal y como se plantea, no es para perseguirlo. Igual se debería desarrollar más el tema de la deshabituación tabáquica porque el consumo es una adicción y debe ser tratada como tal.
—¿Qué coste tiene para el consumidor y para el sistema?
—Los costes los vería solo en términos de salud, aunque se deba analizar el coste económico que supone para el sistema sanitario. El consumo está asociado con diferentes enfermedades, tanto cardiovasculares como respiratorias… El 80 % de los cánceres de pulmón no sucederían si las personas no fumasen. Es una barbaridad. En España suponen unas 55.000 muertes todos los años, de las que ocho de cada diez son de hombres. En mujeres esa mortalidad sigue aumentando. Después, está la carga asociada a la exposición al humo que, aunque se asocie con una mortalidad baja, suponen 700 muertes que son totalmente evitables.
«Los cigarrillos electrónicos no están libres de riesgos para la salud, no son inocuos»
—En el monográfico explican que las clases populares son las que menos han dejado de fumar.
—Sucedió en todos los países desarrollados. El descenso se produce siempre antes en las personas con mayor nivel de estudios. En el caso de las mujeres es paradigmático. Si pensamos en finales de los 80, la prevalencia en universitarias estaban en torno al 35 y 40 %, pero disminuye de forma exponencial. Si cogemos a mujeres que declaran estudios primarios o menos, la prevalencia es baja, del 10 %, pero se mantiene estable desde los 80.
—¿Por qué no se consiguió acelerar el descenso del consumo?
—No sé si con las medidas, tal y como se implantaron, se podía acelerar el descenso en la prevalencia del consumo. Creo que estaban orientadas al descenso de la prevalencia de la exposición al humo ambiental. Si quieres disminuir el consumo necesitas que el tabaco sea más caro, que bajen los puntos de venta, un empaquetado neutro… Son medidas que no se aplicaron.
—¿Ve algún logro?
—El descenso de la exposición al humo. En España también se creó una red importante de investigación mucho más estructurada.
—¿Cuáles son los retos?
—Aumento de la fiscalidad, aumento de los espacios libres de humo, incluso espacios privados interiores en presencia de menores, por ejemplo, los coches, que ya se hace en Irlanda.
—Cada vez se ven a más jóvenes con cigarrillos electrónicos.
—Comparado con el tabaco, todo va a ser menos dañino porque ahora mismo es el mayor factor de riesgo de mortalidad evitable. Hablamos de ocho millones de muertes a nivel mundial. Los cigarrillos electrónicos, y el tabaco calentado, no están libres de riesgos para la salud, no son inocuos. Más del 50 % de los jóvenes de entre 14 y 17 años han experimentado con ellos.