La comarca compostelana se halla muy distante de Valencia, aunque sintió la tragedia de la dana y mostró su solidaridad, faltaría más. Pero en la mente de todos se asentó la idea de que esa fue una tragedia lejana, tanto que parece imposible que se padezca aquí: esto no es el Mediterráneo poblado y contaminado, es el Atlántico límpido y donde se sabe que en invierno llueve y en verano hace calor. Y es esa idea de lejanía la que es falsa. Si a estas alturas queda alguien que no ve el cambio climático —moscas el día 6 de diciembre, por ejemplo; pregúntele a su abuela qué quiere decir eso— será porque no lo quiere ver, pero existir vaya si existe. En Valencia y aquí.
También nos ha quedado lejos la auténtica cacería contra Fernando Valladares, un científico del CISC y profesor universitario al que desearon verlo colgado unos cuantos —demasiados— impresentables trumpistas, que sin duda forman la base social y electoral de la ultraderecha. Un tipo activo y serio que lleva advirtiendo del cambio climático con argumentos igualmente serios. O sea, que en absoluto se trata de un iluminado.
En Santiago se habló de él más de una vez y ahora también pero siempre en despachos universitarios. No sería mala cosa escucharlo en vivo y en directo. Porque en forma de cosechas —si yo fuera de Trazo o Frades empezaría a preocuparme— o de crecidas de ríos vamos a sufrir, como sucedió la semana pasada. Por eso es fundamental que, además de la Xunta, los alcaldes se lo tomen en serio, ya que la prevención se convierte en la mejor arma. Edificar al lado de las corrientes como se hizo en O Portiño (Sigüeiro) a literal tiro de piedra del Tambre, por ejemplo, es una pésima idea. No la repitan.