Don Eladio García, el último gran galeno de la medicina heroica: «Entre la Medalla de Melide y el Nobel, nuestro padre hubiese elegido la primera»

MELIDE

El doctor recibirá hoy, a título póstumo, la Medalla de Oro de su localidad natal, en reconocimiento a 70 años de trayectoria
29 jun 2025 . Actualizado a las 18:27 h.Nunca nadie abrió tantas veces a la gente las puertas de una casa como Isabel, su mujer, su sustento, la madre de sus ocho hijos; ni como Alicia, un pilar más de la familia. Y jamás alguien fue tan bien recibido como él en tal cantidad de hogares. Siempre estaba para aliviar la vida cuando aprieta: cuando abraza, abriéndose paso, y cuando asfixia, incluso hasta el último aliento. Para prestar sus servicios, y para acompañar, en las duras y en las maduras, el médico-cirujano Eladio García Rodríguez respondió, sin excepciones, a la llamada de sus vecinos de Melide a lo largo de sus casi siete décadas de trayectoria profesional, que este domingo se verá de nuevo reconocida, esta vez con la concesión, a título póstumo, de la Medalla de Oro del Concello melidense.
Con su sentido del deber empezó a equipar su cabás médico en su etapa como estudiante en la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago, donde la plaza que obtuvo, por oposición, como alumno interno de Patología Quirúrgica le abrió las puertas al ejercicio de la profesión en el Hospital Real. Perteneció a la última generación de facultativos que trabajaron en el hoy Hostal de los Reyes Católicos. Don Eladio —el tratamiento cortés lo recibió por voluntad popular— fue un estudiante brillante que rechazó orientar su futuro hacia el ámbito académico pretendido desde la cátedra a la que pertenecía. Porque, además y por encima de todo, fue un médico vocacional que decidió bajar a la arena para lidiar. Y lo hizo, por decisión propia y entre tentadoras oportunidades profesionales, en su municipio natal. Las estrecheces que en sus inicios como médico constreñían la sanidad tampoco le echaron para atrás.
«La evacuación de los pacientes había que practicarla como norma en una camilla improvisada, casi siempre una escalera de mano acolchada [...], la solución de partos complejos e incluso legrados de emergencia, sobre una artesa o un jergón, y bajo la luz de la gran linterna que nunca faltó en su maletín de urgencia». El relato es del finado traumatólogo coruñés Héctor Fraga. Puede leerse en la biografía que, en uno de los boletines del museo melidense, dejó escrita sobre su tío y mentor, que prosigue: «Siempre merced a su saber hacer, se vio obligado a actuaciones arriesgadas que, bajo el prisma actual, podrían considerarse heroicas». Eladio García fue el último gran facultativo en Melide de una generación que desarrolló su carrera «desde la Sanidad raquítica de los años 40 a la Seguridad Social exuberante que se consolida a partir de los 70». Fue un «médico de todo que realizaría también lo básico de algunas especialidades [...], con actuaciones que desbordan el marco de acción convencional, y la práctica, con suma delicadeza y precisión, de la cirugía menor», escribió su sobrino.
En el gabinete en el que pasaba consulta en su casa de O Cruceiro, que sigue siendo vivienda familiar, contaba con un equipo radiológico, y el instrumental necesario para realizar pruebas esenciales de laboratorio, y también de diagnóstico. Pero, a lo largo de su constante adaptación al devenir del modelo asistencial, Don Eladio fue también médico para todos. Y son «incontables los casos en los que, lejos de percibir emolumentos por sus servicios, dejaba ayudas para gastos de farmacia o para contrarrestar miserias de la más diversa índole», como, en comunión con una íntima memoria colectiva, también contó su sobrino.

«Entre la Medalla de Melide y el Nobel, nuestro padre hubiese elegido la primera»
El silencio, prudente y discreto, que Eladio García se autoimpuso más allá del secreto profesional se quiebra en estas líneas con motivo del acto que este mediodía acogerá el salón de plenos en el que, también como concejal, defendió el interés colectivo de sus vecinos. Es un justo, merecido y tardío reconocimiento público a un melidense querido y admirado que se acompañó de familia, generosidad, y compromiso para despedir, en noviembre de 2014, nueve décadas y dos años de prolífera andadura vital.
Su hijos están agradecidos por la deferencia de la corporación, aprobando la máxima condecoración institucional. La del Concello de Melide será la tercera Medalla de Oro con la que se reconozca su trayectoria, la primera en orden significado para él. Lo sostiene con absoluto convencimiento Fernanda, la segunda hija del matrimonio García Somoza, que siguió los pasos de su padre en la medicina, como sus hermanas Sabela y Loló, y como su hermano Antonio. «Si a nuestro padre le hubiesen dado a elegir entre la Medalla de Oro de Melide y el Premio Nobel, se hubiera quedado con la primera», afirma. La emoción también la comparten Eladio, Marcial, María Jesús, y, de no haber dicho adiós mucho antes de lo merecido, sería extensible a Marori. Ellas y ellos son reflejo «de que la impronta genética, sin perder su esencia, admite múltiples formas de expresión», dejó escrito su sobrino.
Filántropo, gran lector, y aficionado del Real Madrid
La «miscelánea» con la que Héctor Fraga contribuyó a nutrir la hemeroteca del museo etnográfico de Melide también acerca la faceta más personal de Eladio García. Madridista y celtista confeso, resarció su afición al deporte jugando al fútbol y practicando tenis y natación. Su voracidad lectora la sació con raciones de prensa y literatura, amén de con su denodado afán por mantenerse al día en los avances de la medicina. Aficionado a las artes, el teatro y la música eran inherentes a su ADN como melidense —de Riocobo, en O Barreiro, siempre recordaba—.
Porque Don Eladio fue un melidense de pro, de «raza e berce», como refieren en el museo etnográfico de la comarca, en reconocimiento a la figura de un vecino, médico y filántropo del que agradecen públicamente el papel que desempeñó como «promotor, benfeitor, amigo, socio, e tamén intermediario para a cesión de fondos de alto valor». Un original del mapa de Domingo Fontán —la carta geométrica de Galicia de 1845— es una de esas donaciones que custodia la galería, con sede en un antiguo hospital de peregrinos, adquirido por suscripción popular. A la operación aportó capital y aval Eladio García, tal y como ponen en valor desde la institución que preside Xosé Manuel Broz.
Asimismo, su patrimonio fue garante —y único— para la compra de la parcela que albergó el antiguo colegio de monjas de Melide; también para la adquisición de los terrenos en los que se habilitó el mercado municipal de ganado. Y tanto el viejo como el nuevo centro de salud se levantaron en propiedades donadas de las que fue, entre otros melidenses, titular.