La Plaza Roja, más roja que nunca, vibró en una emocionante final pasada por agua

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

La afición compostelana celebró con júbilo la victoria de España en la Eurocopa

15 jul 2024 . Actualizado a las 08:46 h.

Habían pasado 12 años desde que la marea roja inundó en Santiago por última vez la Plaza Roja, más roja que nunca, para animar a la selección en una final. Este epicentro de la vida del Ensanche, testigo de las grandes celebraciones futbolísticas de la historia reciente, ya se tiñó de rojigualda en el 2012 para asistir a la victoria contra Italia con la que España ganaba su tercera Eurocopa, con el sabor aún reciente de la gran fiesta que rodeó al Mundial de Sudáfrica del 2010. Ayer volvían a congregarse los aficionados en este mismo enclave, dispuestos a celebrar la cuarta Eurocopa, aunque fuera bajo la lluvia.

La Diputación de A Coruña respondió a la demanda de instalar una pantalla gigante para seguir la final en Santiago y la gran incógnita por la tarde era si habría una carpa para resguardarse bajo ella, ante las malas previsiones meteorológicas. No la hubo, aunque eso no detuvo a centenares de aficionados que se congregaron en la Plaza Roja para seguir un partido en el que el cielo no dio ni un segundo de tregua.

Recibieron entre «olés» a la selección, soportando una lluvia fina y molesta que fue a más conforme avanzaba la primera parte. Las banderas y bufandas rojigualdas sirvieron a muchos de chubasquero, teniendo en cuenta que abrir un paraguas suponía impedir la visibilidad a las personas de atrás y tocó aguantar el chaparrón para evitar los improperios. Estaban especialmente demandados los toldos de los comercios, soportales y las pocas superficies cubiertas de la plaza.

Una mayoría de fieles seguidores, que no se arrugan con el agua, se mantenía firme cuando dio comienzo la segunda parte, si bien es cierto que hubo bajas y algunos se doblegaron ante la tentación de ver el resto del partido bajo cubierto, al calor de la barra de un bar. Allí también se disfrutó —y se sufrió, en ciertos momentos— cada segundo de la final como si fuese el mismísimo Olímpico de Berlín.

Aunque fueron pocos los cánticos que se escucharon en los primeros 45 minutos, la Plaza Roja recibió ya caldeada a la alineación de Luis de la Fuente cuando volvió a saltar al terreno de juego. El viento hacía acto de presencia en ese momento en Santiago y el frío empezaba a calar sobre las espaldas mojadas. Esto no menguó los ánimos. «¡A por ellos, oé!», coreaba la afición más estoica de Santiago. Y su plegaria fue respondida con el gol de Williams, el primero, que desencadenó la euforia entre los presentes. «Yo soy español, español, español...» o «es inglés el que no bote» fueron algunos de los lemas recurridos en medio de este clímax de felicidad.

El empate inglés, sellado por Cole Palmer, no hizo decaer la ilusión. «Sí se puede», clamaba la Plaza Roja, y su esperanza fue materializada en los últimos compases de la final por Oyarzábal, que devolvió la alegría a la afición santiaguesa.

Con los nervios a flor de piel, enloqueció con el despeje de cabeza de Olmo que evitó que Inglaterra hiciese el 2-2 y botó toda la plaza hasta el tiempo añadido, donde se contuvo la respiración hasta que sonó el esperado pitido del final del partido. Entonces se desató la fiesta, que muchos alargaron a pesar de que la lluvia fue a más.

Solo hubo que lamentar un pequeño incidente en la Plaza Roja durante la celebración del partido. Una joven resultó herida en un pie, donde sufrió un corte de poca consideración. No obstante, fue atendida por una ambulancia desplazada hasta el lugar y trasladada para ser atendida en un centro médico. Su suerte se torció antes de que la selección sellara la gesta y se perdió el estallido de la Plaza Roja al ver cumplido el sueño.

Mientras que en Santiago resistió bajo la lluvia un público eminentemente joven y eran pocos los mayores de 30 años que decidieron ver la final de la Eurocopa a remojo, en Negreira disfrutó del espectáculo un grupo más familiar al estar bajo cubierto. El Concello instaló en la plaza de As Brañas una «fan zone» con pantalla gigante de 4,30 por 2,40 metros y conexión por TDT para evitar retrasos en la señal.
Mientras que en Santiago resistió bajo la lluvia un público eminentemente joven y eran pocos los mayores de 30 años que decidieron ver la final de la Eurocopa a remojo, en Negreira disfrutó del espectáculo un grupo más familiar al estar bajo cubierto. El Concello instaló en la plaza de As Brañas una «fan zone» con pantalla gigante de 4,30 por 2,40 metros y conexión por TDT para evitar retrasos en la señal. Forxán

Más a gusto y secos llegaron a la celebración de la victoria española las personas que siguieron el encuentro desde la pantalla instalada en la vía pública en Negreira. Ellas estuvieron bajo cubierto en la plaza de As Brañas, la zona de la villa donde vive más gente, y para evitar retrasos en la señal se contó con una conexión vía TDT.