Despertarse a las 7 de la mañana, preparar los productos y conducir hasta Santiago es parte de la rutina de las paisanas de la Praza de Abastos. Con el paso de los años se mantienen resistentes ante las dificultades, pero continúan reclamando mejoras en sus condiciones como trabajadoras del mercado.
Eva Barreira vive en Vedra y siempre tuvo gallinas en la casa de sus padres. Un día, el perro de caza de su vecino se escapó y mató a sus crías. Para compensarla, dicho vecino apareció unos días más tarde con veinte gallinas. Ante esta nueva circunstancia, tomó una decisión: ir a vender en la Praza de Abastos de Santiago. Ahora, más de seis años después, resalta que «xa non é o que era».
Mercedes, que lleva veinte años en el exterior del mercado, cuenta que ahora lo están «pasando fatal». Este panorama se debe, en parte, a las condiciones en las que tiene que trabajar. Al no contar propiamente con un puesto dentro del recinto, pasan hasta siete horas bajo el sol del verano o la lluvia y el frío del invierno. Además, en el caso de Mercedes, no puede disponer ni de los paraguas ni de los bancos que se encuentran en el exterior.
Pilar Gestoso lleva quince años alrededor de la Praza. Critica que no solo hay pocos paraguas, sino que ninguno está en buenas condiciones. «Non hai paraugas que estean ben. É unha vergonza», expresa. Sin embargo, también resalta otro problema: la ausencia de un aparcamiento para los trabajadores. «É unha vergonza que non podamos ter un lugar para levar os coches. Temos que pagalo, levalos e despois temos que ir buscalos, e deixamos o posto só», denuncia Pilar.
Menos clientes
Pero hay otra dificultad que enfrentan las paisanas: cada vez va menos gente al mercado. Esta situación se remonta a la pandemia, cuando vivieron un «parón» de tres meses donde no podrían montar sus puestos. Al volver, las cosas no eran como antes, concuerdan todas. Tanto Pilar como Eva creen que este nuevo panorama atiende a unos «nuevos tiempos». La falta de relevo generacional y las nuevas costumbres de la juventud son algunos de los cambios que resaltan. Mercedes señala que los jóvenes no vienen a vender y los mayores se jubilan, por lo que cada vez quedan menos puestos. Pilar enfatiza que, en general, la gente no valora el trabajo de las vendedoras.«Acostumáronse ao súper, e agora veñen e din que é moi caro». Eva también añade que, con los nuevos hábitos, la gente no se da cuenta de que sale más rentable comprar en la Praza, pues se venden productos naturales y más saludables. Más allá de las nuevas costumbres, Eva destaca la ausencia de un aparcamiento subterráneo como otro factor clave en la bajada de afluencia de la Praza. «O que hai máis próximo é carísimo», explica. Para ella, si hubiese más facilidades de acceso a la Praza, habría más movimiento.